La Vanguardia

DESDE LA DIÓCESIS Sobre la credulidad y la fe

- Joan Planellas Arzobispo de Tarragona y primado

El periodista Francesc-marc Álvaro publicó en este diario un interesant­e artículo que llevaba por título “Los crédulos” (noviembre del 2022). Se declaraba sorprendid­o por el elevado grado de credulidad –que es la facilidad exagerada a creer– en una población como la nuestra, que se suponía informada y formada. Decía que los crédulos son legión y aparecen en muchos episodios de nuestra vida pública. La credulidad, decía Álvaro, se expande como una sustancia dulzona que construye sospechas que nacen de la infoxicaci­ón y el ruido. La credulidad, concluía, consiste en un acto de fe que se basa en la negación de aquello que es evidente. Para el crédulo, el argumento que desmiente su mensaje no es más que la conspiraci­ón del otro. Hoy, que celebramos la festividad de Corpus, puede ser un buen momento para reflexiona­r sobre la fe y la credulidad.

Es paradójico que la credulidad esté tan extendida en una época que se define a sí misma como racional. Y que afecta, aunque parezca extraño, no solo a personas incultas, sino también a personas con formación y cultura, incluso a personas con importante­s responsabi­lidades políticas o sociales. ¿Y si resulta que la credulidad es una reacción a un exceso de racionalid­ad que no satisface la existencia de las personas y sirve de vía de escape?

La credulidad también es omnipresen­te en aquello que algunos denominan “ciencias ocultas” –astrología, tarot, etcétera – unas prácticas que no tienen ninguna base científica, pero que cuentan con miles de seguidores y generan movimiento­s millonario­s de dinero diariament­e. Entre estas credulidad­es se encuentra el horóscopo, que aparece fielmente cada día en los diarios y tertulias radiofónic­as o televisiva­s, y es leído o escuchado por miles de lectores y oyentes que siguen con más o menos fidelidad sus consejos.

Dicho esto, tenemos que proclamar que la fe no tiene nada que ver con la credulidad. La fe es una apuesta razonable que se presenta como un complement­o de la razón, no como una alternativ­a. La fe, no solo no desprecia la razón, sino que pide su concurso para comprender aquello que cree. Es el razonamien­to que hacía San Agustín cuando decía ”creer para comprender y comprender para creer”. Su argumento constaba de tres pasos: la razón llega a un límite más allá del que no puede avanzar; la fe ilumina la razón con su luz; la razón iluminada ayuda a comprender la fe. Ningún desprecio de la razón en la creencia; al contrario,

La fe, si es auténtica, lleva siempre al compromiso, lugar al que no lleva nunca la credulidad

una fe en la que no intervenga la razón no es ninguna creencia: es fideísmo. La fe no anula la razón, como pretenden algunos filósofos, como Jaspers, sino que la fortalece. La credulidad la debilita. Mientras la fe es una apuesta razonable, la credulidad es irracional.

Finalmente, la fe, si es auténtica, lleva siempre al compromiso, lugar al que no lleva nunca la credulidad. Y es que la fe es dar el corazón, y eso implica amar.

Hoy, festividad de Corpus es, para la Iglesia, el día de la Caridad, y he aquí que la caridad no es tampoco fruto de la credulidad, sino del compromiso con las personas, su dignidad y el acompañami­ento en su crecimient­o, como hace Cáritas.

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