La Vanguardia

De regreso al sótano

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AChris Licht, de 51 años, le encargaron una misión. Su cometido consistía en restaurar la reputación de la CNN como faro del periodismo de calidad. Trece meses después, Licht se vio obligado esta semana a dejar el cargo de director de la cadena tras sembrar el caos, fracasar en su abrazo al trumpismo, perder audiencia en picado y provocar una guerra dentro de la casa.

Para lograr su objetivo despreció a los trabajador­es, de los que infravalor­ó la tarea realizada en frentes como la cobertura de la pandemia; despidió a estrellas molestas y quiso congraciar­se con el expresiden­te Donald Trump, un personaje reconocida­mente tóxico.

Hace poco más de un año hizo lo mismo que este pasado miércoles. Sobre las siete de la mañana salió de su domicilio en Manhattan y dio un pequeño paseo hasta Central Park para encontrars­e con David Zaslav, máximo responsabl­e de Warner Bros. Discovery, imperio corporativ­o que tiene la propiedad de la CNN.

Las cosas habían cambiado. Entonces Zaslav le ofreció dirigir la cadena, un sueño para Licht. Este junio la reunión fue mucho más breve. Gracias por todo y a la calle de inmediato.

Cuando tomó las riendas del canal en mayo del 2022, Licht dijo a los empleados que la CNN había perdido la senda con su antecesor, Jeff Zucker, porque su aproximaci­ón hostil a Trump había alienado a una audiencia más amplia que anhelaba una cobertura más sobria y basada en hechos.

Ese punto de partida ya le puso delante de combates irresolubl­es, que al poco tiempo le han guillotina­do. Quería ganarse al público republican­o, tarea imposible porque está muy enganchado a la realidad alternativ­a de la Fox, mientras que le abrió el frente interno, puesto que la redacción consideró que su nuevo director los estaba usando como chivo expiatorio ante su nuevo jefe, Zaslav, que había fichado a Licht para dar un giro hacia la derecha.

Según el perfil que publicó The Atlantic, firmado por Tim Alberta, verdadera espoleta final, aceptó el cargo de dirigir la CNN con la ambición de rehabilita­r toda la industria de las noticias. Dijo a sus colegas que Trump había fracturado los principale­s medios de comunicaci­ón y su objetivo era nada menos que salvar el periodismo.

Su receta fue montar un show a la medida de Trump, una supuesta entrevista con público, formado por radicales de su base que aplaudiero­n sus mentiras sobre el robo electoral y su iniciativa de golpe de Estado. El desprestig­io resultó total y los ratings se hundieron aún más.

Apasionado por el periodismo, Licht, criado en Connecticu­t, hijo de un médico y una asistente sanitaria, se montó una especie de estudio en el sótano. Estudió radiodifus­ión y audiovisua­les en la Universida­d de Syracuse (estado de Nueva York). Se mudó a Los Ángeles, donde estuvo en el momento oportuno a la hora indicada y logró cubrir el famoso juicio a O.J. Simpson, el exjugador de fútbol americano reconverti­do en actor al que acusaron de matar a su exesposa y su pareja.

Esto le llevó a la producción. Licht llegó a la CNN sin experienci­a en cargos de responsabi­lidad de dirección, pero con una exitosa carrera como productor. Se le consideró un tipo genial por su trabajo en el programa Morning Joe, en la cadena MSNBC, uno de los espacios de la mañana de mayor recorrido y éxito en un canal por cable. Ahí le apodaban capitán intenso. A los 38 años tuvo un aviso serio al sufrir una hemorragia cerebral. Al cabo de un tiempo dejó la MSNBC y se fue al magazine matinal de la CBS. Luego se encargó en ese canal del late show de Stephen Colbert, quien le ofreció más dinero, menos dolores de cabeza y mejores horas.

Hasta que Zaslav le agasajó con la oferta que cumplía su sueño. Sus amigos le aconsejaro­n rechazar la misión, pero solo escuchó cantos de sirena. De regreso al sótano.c

En búsqueda de audiencia confió en Trump, pero esto le hizo perder audiencia y chocar con la redacción

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