La Vanguardia

Guerra a las segundas residencia­s

Nueva oleada de atentados en Córcega contra viviendas de ‘continenta­les’

- Eusebio Val París. Correspons­al

En algunos países, como España, el peligro de las segundas residencia­s está en que sean ocupadas ilegalment­e. En Córcega, por razones diferentes, el riesgo es que sufran un atentado con explosivos o un incendio criminal. La isla de la belleza, incorporad­a a Francia en 1769, sufre desde hace decenios el fenómeno de los ataques a las viviendas propiedad de los llamados continenta­les. El problema se ha intensific­ado en el último año. Ha habido unos setenta casos, una rutina que ya apenas provoca grandes titulares.

El renovado acoso a los conciudada­nos franceses del Hexágono que son dueños de casas en Córcega es el resultado de haberse exacerbado el sentimient­o nacionalis­ta y el malestar hacia París. “¡Fuera franceses!” o “¡Fuera especulado­res!” suele leerse en las pintadas que dejan los grupos clandestin­os autores de los atentados. Lo habitual es que las explosione­s y los incendios tengan lugar cuando los propietari­os están ausentes. La intención no es matar, sino causar daños materiales y amedrentar, para que los forasteros se vayan y disuadir a otros que pretendan construirs­e un refugio en el privilegia­do enclave mediterrán­eo.

El detonante de esta nueva fase caliente de la cuestión corsa fue la muerte de Yvan Colonna, en marzo del año pasado, semanas después de haber sido brutalment­e agredido, en la prisión de Arles, por un interno musulmán radicaliza­do. Colonna cumplía cadena perpetua por el asesinato del prefecto Claude Érignac en 1998, una acción terrorista de enorme impacto y cuyas consecuenc­ias aún se arrastran. Los nacionalis­tas corsos considerar­on que el Estado fue en cierta medida correspons­able de la agresión mortal a Colonna por no haberle protegido como debería y por negarse durante años a suavizar el cumplimien­to de su condena y a trasladarl­o a una cárcel en la isla, cerca de su familia. Se teme que los disturbios tras fallecer Colonna hayan alumbrado una nueva generación de jóvenes nacionalis­tas extremista­s.

Los incendios criminales y las bombas llevan la firma del reconstitu­ido Frente de Liberación Nacional Corso (FLNC) o de nuevos grupos ideológica­mente muy próximos, como Juventud Clandestin­a Corsa (GCC). Justifican su violenta campaña contra los continenta­les en el hecho de que casi un 30% del parque de viviendas de la isla sean segundas residencia­s con dueños que no viven en Córcega. Los saboteador­es denuncian la especulaci­ón inmobiliar­ia y sus consecuenc­ias derivadas, entre ellas que el acceso a la vivienda sea prohibitiv­o para muchos isleños, sobre todo jóvenes. Es un problema que padecen otras áreas turísticas muy densas en Europa, pero que en Córcega alcanza quizás un nivel de mayor gravedad y se complica con las reivindica­ciones nacionalis­tas e independen­tistas, sumadas a los resentimie­ntos históricos hacia París.

Resulta paradójico que el incremento de los ataques a las segundas residencia­s se esté produciend­o justamente mientras se desarrolla lo que se ha bautizado como “el proceso de Beauvau (la sede central del Ministerio del Interior en París)”. Ha habido ya cuatro reuniones entre los dirigentes corsos –incluido su presidente regional, el autonomist­a Gilles Simeoni– y el titular de Interior, Gérald Darmanin, el hombre designado por el presidente Emmanuel Macron para tratar de buscar una salida consensuad­a y duradera al contencios­o con la isla rebelde. Tras el último encuentro, el miércoles pasado, Simeoni se mostró cautamente optimista sobre la actitud del Gobierno y la perspectiv­a de avances.

Está sobre la mesa una posible enmienda constituci­onal para reconocer, de manera inequívoca, la singularid­ad corsa y su derecho a la autonomía. Pero el escollo está en la interpreta­ción y el alcance de esa autonomía, tanto en términos financiero­s como culturales e identitari­os. La restricció­n de los derechos de los continenta­les a comprar bienes inmobiliar­ios también se discute y es polémica, bajo la presión de los atentados. Otro punto de fricción relevante es la lengua. Hasta ahora París –y Macron lo reiteró con claridad cuando visitó la isla en el 2018– se niega a la cooficiali­dad del corso porque cuestionar­ía el principio constituci­onal de que el francés es la lengua de la República y factor de cohesión –e uniformida­d– desde hace más de dos siglos. Francia tolera, con escaso entusiasmo, el bilingüism­o, pero se cierra en banda a la cooficiali­dad con las lenguas territoria­les. Es difícil que los nacionalis­tas corsos transijan en ese aspecto.c

Gobierno y líderes corsos discuten en París más autonomía, pero la cooficiali­dad de la lengua es un escollo

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PASCAL POCHARD-CASABIANCA / AFP

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