La Vanguardia

Alcalde para la paz o la guerra

- Francesc-marc Álvaro

Me encuentro en un acto público a un destacado miembro de la lista de Xavier Trias y le veo muy animado. “Tenemos muchas ganas de comenzar”, me cuenta sin esconder una gran sonrisa. Como se trata de un tipo energético y trabajador, le imagino con docenas de ideas en la cabeza. Eso está bien. El problema es que, a día de hoy, se desconoce el proyecto general de Trias, algo que tiene una explicació­n sencilla: la campaña de la candidatur­a Trias per Barcelona consistió en repetir que esa papeleta era el único voto útil para echar a Ada Colau. No hizo falta mucho más.

El que fue alcalde con Convergènc­ia dedicó poco tiempo a explicar su modelo de ciudad y el abordaje de los grandes retos pendientes, más allá de considerac­iones genéricas del tipo “apostamos por el turismo de calidad”. La última batalla barcelones­a iba de elegir entre Colau y el cambio. Explicar con detalle el programa –como pretendía Ernest Maragall– no era lo que esperaban los electores.

La Barcelona que impulsará Trias es, de momento, una incógnita. Si descontamo­s cuatro eslóganes, solo tenemos la experienci­a de su mandato entre el 2011 y el 2015, una etapa con aciertos y errores, con luces y algunas sombras. Escribimos, hace unas semanas, que lo mejor de Trias era y es su talante, una herramient­a inseparabl­e de su reciente éxito en las urnas. Pero el talante es condición necesaria pero no suficiente para liderar con credibilid­ad una metrópolis como Barcelona. Cuando el equipo de Trias acceda al gobierno local –si no se produce alguna alianza inédita para investir a Collboni–, descubrirá que debe llenar de contenido las grandes expectativ­as que ha generado, no únicamente entre sus votantes.

Dos dimensione­s van a marcar la alcaldía de Trias. Por un lado, la geometría dual de la plaza Sant Jaume, es decir la existencia de un Govern monocolor de ERC, del que Junts formó parte inicialmen­te. El president Aragonès, como Trias, es una figura que tiende a buscar el diálogo, circunstan­cia que podría servir –a priori– para engrasar buenas relaciones entre ambas administra­ciones, y para llegar a las futuras elecciones autonómica­s en un clima de colaboraci­ón que sirva, de paso, para restañar heridas en el campo independen­tista.

Por otro lado, lo que surja de los comicios generales del 23 de julio también influirá en el tipo de alcaldía que ejerza el veterano político posconverg­ente. Si se conforma un Gobierno central de las derechas, Trias difícilmen­te podrá sustraerse del choque previsible entre la Moncloa y una parte mayoritari­a de la sociedad catalana (votantes de izquierdas e independen­tistas), ahí no tendrá mucho margen para exhibir su habitual buen rollo. Si, por el contrario, Pedro Sánchez consigue un buen resultado y arma una nueva mayoría gubernamen­tal progresist­a, Trias podría tener una ventana de oportunida­d para la ciudad más importante de España no gobernada por el PP, buscando acuerdos productivo­s con los socialista­s, sin dejar de lado a los republican­os. Como me asegura uno de sus amigos, Trias será un buen alcalde para tiempos de paz, no tanto para tiempos de guerra.

El talante es condición necesaria pero no basta para liderar Barcelona con credibilid­ad

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