La Vanguardia

La paz de la fresa

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La polarizaci­ón tan de los tiempos y una tormenta perfecta política, ecológica y comercial han convertido la fresa de Huelva en protagonis­ta a su pesar de una guerra, con sus bandos y trincheras. ojalá, claro, todas las guerras fuesen como esta. Y tan sencillas de reconducir –sobre todo si queda al margen del electorali­smo–, gracias a la capacidad de diálogo mostrada por todos los contendien­tes, consciente­s de que en último extremo será el consumidor quien decida, por mucho que las llamadas a boicots comerciale­s puedan sugerir lo contrario. son muy pocos los boicots de esta índole que se imponen a los gustos de los consumidor­es...

La supuesta guerra se ha reavivado debido al intento de boicot de una plataforma de consumidor­es del potente mercado de Alemania –entre el 80% y el 90% de la fresa onubense se exporta– , que aboga por consumir la fresa alemana, ajena, por lo visto, al problema global de la escasez de agua, muy acusado en Huelva, sin duda, porque colisionan intereses económicos tan legítimos como dispares en poco territorio y con el trasfondo de Doñana, reserva ecológica bajo protección de la ue. el fracasado boicot de la citada plataforma –está lejos de alcanzar las firmas deseadas– agrava disputas previas, como las mantenidas entre Bruselas y Madrid –reconducid­a bajo la presidenci­a de Pedro sánchez– y la más reciente entre el Gobierno de españa y la Junta de Andalucía, partidaria de una suerte de amnistía de los pozos clandestin­os. Conviene recordar, en este contexto, que las grandes cadenas de supermerca­dos germanos ya exigen a los productos importados el cumplimien­to de un sello de calidad ambiental, cuyos requisitos cumplen no solo la fresa sino otros productos similares de Huelva y el resto de españa. Hay motivos para confiar, así pues, en un diálogo negociador sensato y realista, capaz de satisfacer a todas las partes. Las organizaci­ones ecologista­s han mostrado sensibilid­ad hacia el factor humano –el empleo–, y se oponen al recurso de los boicots comerciale­s que siempre terminan pagando justos por pecadores.

el sector de la fresa y otros cultivos da empleo y riqueza a una zona que bien se lo merece y que ha sabido jugar sus bazas para salir del subdesarro­llo y el estereotip­o –a día de hoy– del campesino explotado. La mayor parte de agentes económicos onubenses son partidario­s de hacer las cosas bien. nadie niega que es imperativo regular y conciliar el consumo del agua, recurso limitado en la zona, y hay voluntad de actuar con responsabi­lidad ambiental (el consumidor así lo exige). Las tres administra­ciones (ue, Gobierno de españa y Junta de Andalucía) tienen el deber de lograr un gran pacto –que exige una negociació­n sin crispacion­es–. La paz de la fresa es posible.

Ojalá todas las guerras fuesen como la de la fresa de Huelva, que urge un gran pacto

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