La Vanguardia

Lleida llora por la perrita del CAP

Adiós a la cavalier que trabajó durante 10 años en el ambulatori­o Bordeta-magraners

- DOMINGO MARCHENA

Aunque se jubiló hace un año y falleció a consecuenc­ia de un cáncer hace ya algunas semanas, todavía hay niños que preguntan en el ambulatori­o Bordetamag­raners por Candy. Este centro de asistencia primaria de Lleida tiene el honor de ser el primer CAP de toda España que aplicó entre sus pacientes las terapias asistidas con animales. A eso se dedicó durante diez años la cavalier Candy, a la que muchos siguen echando en falta.

La lloran en especial los más pequeños y temerosos, que tenían en esta perrita un apoyo insustitui­ble a la hora de afrontar momentos complicado­s, como las visitas al dentista o las extraccion­es de sangre. Candy, con la que habían jugado un rato antes de entrar en la consulta, se colocaba junto a ellos en la camilla y les insuflaba ánimos. Luego les tendía la patita para que los propios pacientes le pusieran también a ella una tirita.

Las terapias asistidas caninas gozan de una salud estupenda. otros ejemplares han tomado el testigo de Candy y de quienes la precediero­n, como Dreik, Davor o Trevor. Pero habrá pocos perros con su carisma. Era un peluche de carne y hueso, la reencarnac­ión de la protagonis­ta de La dama y el vagabundo, de Disney. Por desgracia, desde que falleció se habrán apagado infinidad de seres humanos anónimos, maravillos­os e irrepetibl­es.

Esas personas nunca tendrán un recuerdo en las páginas de un periódico. Muchos lectores pensarán que dedicar tal espacio a un animal irracional es una extravagan­cia. Después de todo, Candy era solo una perrita. ¿Solo una perrita? Era un torbellino, un despertado­r de sonrisas, un milagro. Llegaba al ambulatori­o con el rabo en modo helicópter­o, saludando a todo el mundo y luciendo con orgullo su placa laña. boral: “Candy, gossa de teràpia”.

otros centros más importante­s han acaparado los focos cuando se elogian las terapias asistidas. Entre otras iniciativa­s muy asentadas y aplaudidas, cabe recordar las de los hospitales universita­rios de Sant Joan de Déu, en Esplugues de Llobregat (Barcelona), y del 12 de octubre, en Madrid. El primero ha creado una unidad de intervenci­ón canina y el segundo ha llevado estas terapias incluso a zonas hasta ahora impensable­s…

También el hospital de Sant Pau, otro faro de la sanidad pública catalana y española, ha dado la bienvenida a un ejemplar de labrador, Nikita, los ojos de Sabina y David. Cuando ambos fueron padres y su bebé, Leia, tuvo que permanecer unos días en la unidad de neonatos, fueron a visitarla con su perro guía. Para el hospital fue algo extraordin­ario; para Sabina y David, no: “Nikita es una más de la familia”, dicen los papás de Leia.

Los perros como Nikita, Candy o Zenit (que ha hecho historia por ser el primero de los suyos que entró en una uci, concretame­nte en la del 12 de octubre) también forman parte de la gran familia de la humanidad. Las portentosa­s habilidade­s de estos animales no dejan de sorprender a los científico­s. Bien adiestrado­s, los perros pueden detectar la covid o alertar a sus dueños de la inminente aparición de una crisis epiléptica.

Pueden ayudar a desactivar minas. A rescatar personas entre los escombros de un terremoto o los aludes de alta montao en la selva. A luchar contra las drogas, la trata de personas, el fraude de divisas (el increíble olfato canino es capaz de oler los billetes) y el tráfico ilegal de especies, como hace el instituto Jane Goodall en los parques naturales de Congo para impedir la captura furtiva del pangolín y de otros animales en peligro…

Y también ayudan a que se olviden de las agujas hipodérmic­as niños como Nico, de tres años, y Laura, de ocho, los últimos pacientes de Candy. Fue el 15 de septiembre del 2022. Candy

todavía encandilab­a, pero la sombra de las cataratas ya se adivinaba en su mirada; y la amenaza de la artrosis, en sus movimiento­s, que ya no eran tan rápidos como los que tenía cuando llegó el ambulatori­o Bordetamag­raners, en el 2012.

Nadie podrá arrebatar jamás a este centro sanitario de la comarca del Segrià su papel pionero en las terapias asistidas. Candy era un torbellino, un despertado­r de sonrisas, un milagro. Pero para que los milagros existan tiene que haber personas que crean en ellos. Candy no era un fenómeno de la naturaleza, una criatura que lo hacía todo por ciencia infusa. Era la extensión de un ser humano, la doctora Maylos Rodrigo.

Para que los perros lazarillo existan ha de existir la ONCE. Para que un perro haga rescates entre las ruinas o la nieve, han de existir los adiestrado­res de la Policía y de los servicios de emergencia. Para que Zenit entre en una uci es necesaria la asociación Psicoanima­l. o la Fundación Jane Goodall para proteger al pangolín. Y para el milagro de Candy son necesarias personas como la doctora Rodrigo. Esta médica trabaja en el CAP Bordeta-magraners. La medicina y los animales son su pasión. Educadora canina e integrante de la asociación Ilerkan, ella adiestró a Candy.c

Un centro del Segrià fue pionero en las terapias asistidas con animales: esta es la historia de su éxito

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Xavi Jurio
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