La Vanguardia

Un argentino a los pies de la montaña mágica

El escritor y actor Esteban Feune de Colombi explora los mitos que rodean su vida cotidiana en El Bruc

- Leonor Mayor Ortega El Bruc

Llegó un poco por casualidad y bastante por el trabajo de su novia, Guada, que “labora” en Olesa. El argentino Esteban Feune de Colombi (Buenos Aires, 1980) se mudó hace pocos años a El Bruc. La pareja alquiló una casita –“cabaña, caseta, rancho, barraca, masoveria o como quiera llamarla”– a los pies de Montserrat. Es un lugar aislado, en medio del bosque, que salía barato porque no deja de ser el anexo a un hotel en construcci­ón. “Cuando acaben las obras nos tendremos que marchar”. Pero de momento Esteban y Guada viven a los pies de la montaña mágica.

Mágica de verdad. Lo primero que vio Feune de Colombi fue el monumento al timbaler y se empapó de su leyenda. Pero luego fue descubrien­do otras cosas, la energía de la montaña, la Moreneta, los ovnis, los espárragos... Y con toda esa experienci­a ha escrito Limbos terrestres (Anagrama), la crónica de la vida en este pueblo de 2.000 habitantes, situado a poco más de media hora de Barcelona, que rebosa de historias y de leyendas.

La leyenda, que quizá es historia, más conocida del lugar es la del famoso tamboriler­o. Se llamaba Isidre Lluçà y venció él solito al potente ejército francés sin armas ni nada. Tocó su tambor, el sonido reverberó en la montaña y el enemigo huyó despavorid­o, pensando que las tropas españolas eran muy numerosas e invenmismo cibles. “Muchos dicen por aquí que, si en vez de tocar el tambor se hubiera tocado los cojones, ahora seríamos franceses”.

Pero las críticas no impiden que la victoria de Isidre se celebre año tras año en El Bruc, cuyos habitantes corren un tupido velo sobre el hecho de que el héroe de la guerra de Independen­cia era en realidad original de Sampedor. La conmemorac­ión “tiene lugar invariable­mente cada 8 de junio. El guion nunca varía. Isidre, representa­do por un chico del colegio local, baja la montaña con su tambor. Luego aparece la caballería y después se representa la batalla. Hay diálogos, siempre los mismos, y al final los franceses mueren. Como soy extranjero, yo hago de francés. Es un formato que ha tenido una respuesta favorable”.

Puede que esa victoria inesperada tenga que ver con el misticismo del lugar, que viene de lejos. “Hay sitios que capturan más energías que otros, y la montaña de Montserrat termina en un ojo que es como un dragón”. Ya debía de ser así en el año 900, cuando “unos pastores encontraro­n a la Moreneta en una cueva. Había luces y música. Convocaron al rector de Olesa y la volvieron a ver tres sábados seguidos en el

lugar. Inamovible por su peso, construyer­on allí, en esa cueva donde los cristianos la pusieron a salvo de la invasión musulmana, una capilla”. “Cuando te pones enfrente sientes algo. Hasta yo, que quiero apostatar, siento algo. Es interesant­e; es negra y no es extraño que los ufológicos vean una conexión”.

Sí, porque la montaña mágica es también un lugar de avistamien­to de platillos voladores. “Curiosos y fanáticos se reúnen en una explanada para ver ovnis desde 1980. Son los Amigos de los Misterios. Y mientras, en Manresa, celebran el milagro de la Misteriosa Llum: una esfera de fuego atravesó el rosetón de la iglesia del Carmen sin romperlo, se dividió en tres y volvió a salir. Ocurrió en 1345”.

“Veo esa misteriosa luz más cerca de un ovni que del Espíritu Santo, aunque nunca he avistado una nave extraterre­stre, pero sí me llega la energía de esta montaña, que cambia de forma, de color y de aspecto. Es una montaña protectora, y cuando me vaya eso es lo que más echaré de menos”.

Eso y los espárragos, que tienen algo mágico: “La magia del alimento fresco y sanador que provee la naturaleza y nos llevamos al estómago. Salen a veces cerca y a veces lejos de la propia esparrague­ra, un entrevero rastrero de pinches. Salen de pronto tres juntos, en familia, o uno solo alto y enrulado. Se pueden comer no solo en tortillas, como indica la usanza vernácula, sino salteados un suspiro a fuego fuerte”, y son tan deliciosos que el extranjero les ha dedicado un capítulo entero de Limbos terrestres.c

“Dicen por aquí que, si en vez de tocar el tambor se hubiera tocado los c..., ahora seríamos franceses”

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E.F.C. El escritor y actor Esteban Feune de Colombi disfrazado de soldado francés

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