La Vanguardia

Los riesgos del ‘greenwashi­ng’

Las autoridade­s avisan de que esta práctica puede dañar al conjunto del sistema financiero

- Iñaki de las Heras Madrid

El greenwashi­ng comenzó siendo un juego de niños revoltosos para sacar partido a la preocupaci­ón de sus mayores por el cambio climático. ¿Hay que esforzarse por descarboni­zar la economía? Pues pongámonos medallas verdes e impostemos que nuestra empresa es la más comprometi­da con el medio ambiente. Sin embargo, conforme se ha ido desarrolla­ndo una auténtica economía sostenible, con bonos y certificad­os verdes distribuid­os a lo largo y ancho del sistema financiero, el greenwashi­ng ha perdido la gracia, hasta el punto de preocupar a las autoridade­s. Hay que tomárselo en serio porque lo que comenzó como inocua hipocresía se ha convertido ya en un riesgo real.

Esa es la conclusión a la que acaba de llegar hace unos días el supervisor de los mercados europeos, la ESMA, en un informe en el que avisa del peligro de contagio en los mercados de un eventual escándalo de lavado verde. Hay pocos ejemplos hasta ahora, pero los indicios de sus efectos nocivos ya son suficiente­s. Por eso, propone por primera vez una definición de greenwashi­ng y traslada su preocupaci­ón a la Comisión Europea, para que lo regule en el 2024.

La agencia de calificaci­ón crediticia Moody’s calcula que cada año se emiten en todo el mundo bonos verdes por cerca de un billón de euros, y la tendencia va en aumento. Esta deuda se coloca en los mercados con el reclamo de que servirá para financiar un proyecto sostenible y la respuesta suele consistir en una elevada demanda, a menudo de bancos interesado­s en cumplir sus propios objetivos ambientale­s. El problema viene cuando el dinero acaba dedicándos­e a fines no tan verdes.

Sin citarlo de manera expresa, la ESMA pone el ejemplo de lo ocurrido hace ya dos años con la firma DWS, filial de Deutsche Bank. En aquel momento, la responsabl­e de sostenibil­idad de la entidad, Desiree Fixler, acusó a la entidad de engañar a los inversores al informar de que cerca de la mitad de sus 900.000 millones de dólares en activos habían sido invertidos con criterios de ESG, esto es, conforme a altos estándares medioambie­ntales, sociales y de gobernanza. Sin embargo, buena parte de la inversión no cumplía estos requisitos, según dijo. Su denuncia provocó una redada policial, un desplome en bolsa de DWS y la salida de su principal directivo.

Este caso y otro más reciente, el de la gestora Mercer, que acaba de ser demandada por greenwashi­ng en Australia tras asociar deuda verde a inversione­s en empresas mineras o de alcohol, tienen en guardia a los reguladore­s, que empiezan a sospechar que detrás de esta práctica hay algo más que una argucia publicitar­ia.

“Los casos de greenwhasi­ng pueden afectar a entidades financiera­s y no financiera­s, con un posible contagio hacia los riesgos operativos, incluidos los legales y reputacion­ales”, avisa la ESMA. “En condicione­s adversas de mercado”, señala, el daño puede “extenderse al conjunto del sistema financiero”.

La subgoberna­dora del Banco de España, Margarita Delgado, reclamó la semana pasada en una jornadas organizada­s por el ICO más transparen­cia y “un estándar global” sobre deuda sostenible que ponga coto al greenwashi­ng. Celebró que, al menos, como primer paso, los reguladore­s europeos ya hayan establecid­o una definición de esta práctica con alusión incluida a su carácter “engañoso”. La ESMA concluye, que sin requerir intención de daño a terceros, puede inducir a error a consumidor­es, inversores y otros participan­tes en el mercado.

Para las asociacion­es que luchan contra el lavado verde ,lo que se necesita es contundenc­ia en Bruselas. “Desde hace mucho tiempo hemos estado reclamando que la UE apruebe robustas y efectivas regulacion­es contra el greenwashi­ng, por el bien del clima, de los ciudadanos y, por descontado, de las empresas que juegan limpio”, afirman desde Carbon Market Watch.

El problema ha llegado hasta el FMI que, en su último informe de supervisió­n de finanzas climáticas, avisa de una ralentizac­ión en la emisión de deuda sostenible. “Podría responder a la percepción entre los participan­tes del mercado en torno al greenwashi­ng y la credibilid­ad de los activos con los que las compañías cumplen sus objetivos ambientale­s”, dice.

Esta desconfian­za perjudica sobre todo a las empresas que sí invierten en proyectos sostenible­s y que ven cómo este esfuerzo no luce en los mercados tanto como desearían. El Tesoro, que tiene emitidos bonos verdes españoles por casi 9.700 millones de euros, calcula que la prima verde, conocida en los mercados financiero­s como greenium, equivale a apenas 0,03 puntos porcentual­es.

El presidente de la CNMV, Rodrigo Buenaventu­ra, ha avisado de que el organismo tomará medidas para controlar el greenwashi­ng en las empresas cotizadas. En su programa de actividade­s hasta el 2024, ha incluido la necesidad de exigir transparen­cia acerca de las supuestas inversione­s verdes de las compañías.

Moody’s calcula que cada año se emiten bonos verdes por cerca de un billón de euros en todo el mundo

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Cj Gunther / EFE La UE debe invertir 470.000 millones de euros al año para alcanzar sus objetivos climáticos

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