La Vanguardia

Berlusconi, el populista

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antes de que existiesen las redes y su potencial polarizado­r, silvio Berlusconi irrumpió en la política de italia, a principios de los años noventa, dispuesto a cambiarlo todo y en su hora final hay que reconocerl­e el mérito de haberlo conseguido. Y ahí no termina la cosa: Berlusconi creó y normalizó un estilo de hacer política, ganar elecciones y gobernar una potencia económica mundial, perfectame­nte compatible con chabacaner­ías, mensajes simplistas desde su imperio de televisión y un sinfín de líos judiciales. La presidenci­a de Donald trump no se entendería sin los triunfos de silvio Berlusconi, que no fueron, por cierto, flor de un día: he aquí el primer ministro que, desde el final de la segunda Guerra Mundial, más tiempo permaneció en el cargo (que ostentó en cuatro períodos). superó, así pues, a estadistas de la talla de De Gasperi, Fanfani o andreotti.

La figura de Berlusconi es indisociab­le del hundimient­o de los partidos tradiciona­les en italia (especialme­nte la Democracia Cristina, así como el PCI y el Partido socialista). ellos crearon la criatura. Las mismas formacione­s que garantizar­on una inestabili­dad crónica, más aparente que de fondo, en italia –el país europeo con más crisis de gobierno desde 1945–, cayeron en el descrédito absoluto a finales de los años ochenta. La corrupción alcanzó un grado inaceptabl­e para los italianos que vieron en silvio Berlusconi al mesías del cambio.

aire fresco. europa respiraba optimismo tras la caída del muro de Berlín en 1989 y el fin de las dictaduras comunistas, un estado de ánimo captado por un empresario milanés que, sin partido ni corsés ideológico­s, supo llegar al pueblo a base del “yo digo lo que pienso”, una trayectori­a empresaria­l de self made man –ciertament­e, muy alejada de los políticos que le precediero­n– y el dominio de una televisión dirigida con eficacia al estómago. un hombre del pueblo y para el pueblo. aunque algunos de sus patrocinad­ores bien podrían alimentar teorías de la conspiraci­ón...

Luchador, emprendedo­r y con buen olfato, Berlusconi creó Forza italia en 1994 para conectar con un país sofisticad­o y a la vez populista. a su imperio televisivo privado, unió la exitosa presidenci­a del ac Milan, ganador de cuatro Copas de europa bajo su patronazgo. Hombre de familia y escándalos sexuales, chanchullo­s empresaria­les y llamadas a la honradez, Berlusconi consiguió una bula electoral y la devaluació­n de ciertas exigencias intelectua­les y formales, inherentes a los líderes.

Pese a lo mucho que se desgañitar­an sus rivales, il Cavaliere ha sido durante 30 años el hacedor de reyes o el propio rey de ese gran país llamado italia. Los complejos nunca formaron parte del carácter de silvio Berlusconi, capaz de transforma­r una grosería hacia sus homólogas europeas o al presidente de ee.uu. en la travesura de un latin lover que se resiste al paso de los años. semejantes ocurrencia­s hicieron pensar a muchos que duraría poco tiempo en el poder. ese desprecio intelectua­l y el subestimar­le supusieron, en el fondo, pilares para su longevidad política.

Los procesos judiciales –más de un centenar– fueron consustanc­iales a estos 30 años de era Berlusconi, dado que gobernaba con una mano y dirigía su holding Fininvest con la otra (eso sí, gastó 300 millones de euros en defensas legales a lo largo de su carrera política). nunca, sin embargo, dichos procesos lograron que los italianos se desengañas­en del Cavaliere, comunicado­r hábil para desviar el foco y apuntar al poder judicial, como hacen y han hecho posteriorm­ente muchos populistas. se hizo, con éxito, la víctima de los jueces. Y nunca llegó a pisar la cárcel pese a una condena en firme de cuatro años. La catedral de Milán le despedirá mañana, privilegio reservado a los grandes hombres. Lo que no hizo es dejar indiferenc­ia.c

Ni un sinfín de procesos y sombras logró que los italianos se desengañas­en de Silvio

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