La Vanguardia

La crisis climática: puntos críticos

- Andreu Mas-colell

El camino a la sostenibil­idad climática, que pasa por el acuerdo de París, net-zero emisiones el 2050, está bastante bien diseñado. Pero tiene sentido preguntars­e, en el espíritu de los tests de estrés, cuáles son los eslabones críticos que vigilar con atención. Cada uno tendrá los suyos. Yo señalaré dos.

El primero se refiere al objetivo de París. El peligro es la fatiga. Como todavía no tenemos bastante energía renovable, estamos pidiendo a la población y a la industria que limiten el uso a los niveles de demanda asociados con precios elevados y, excepto en situacione­s de vulnerabil­idad, que paguen este precio. El impacto sobre el nivel de vida es significat­ivo. Hasta ahora la población acepta el principio y una minoría creciente con entusiasmo. Pero ¿eso continuará?

Sabemos que tenemos una fuente de energía barata al alcance: el petróleo y que el uso de esta energía tiene efectos nocivos e irreversib­les para el futuro de la humanidad. Que sufrirán, sin embargo, con intensidad las generacion­es futuras no inmediatas. Nuestros hijos, y, con más dificultad­es, nuestro nietos podrán convivir con ello. ¿La población actual aguantará por convicción y en la magnitud necesaria en beneficio de sus bisnietos? ¿O bien la fatiga se impondrá?

Para mí, la única salida prudente a este dilema es hacia delante: hemos de acelerar el proceso de disponibil­idad abundante de energía limpia y a precios históricos. La evidencia de lo que estamos haciendo con la eólica y la fotovoltai­ca, hoy plenamente competitiv­as con la carbónica, nos permite ser optimistas. Lo podemos repetir con el hidrógeno y otras fuentes y vectores energético­s limpios. Lo que hace falta: inversione­s masivas, privadas y publicas, en I+D y políticas de incentivos para que industrias incipiente­s lleguen a la madurez que garantice precios bajos.

El segundo punto crítico, más hipotético y post-2050, es la demografía. Las proyeccion­es actuales indican que la población mundial se estabiliza­rá antes de finales de siglo en torno a los 10.000 millones. La cifra impone, pero está asumida en los cálculos de sostenibil­idad. Una desviación importante al alza no es probable, pero es posible. Sobre todo, a mi entender, porque la explicació­n de la proyección se basa en tres hipótesis que ahora son correctas, pero podrían no serlo en el futuro:

–Que el deseo de las familias de un buen número de hijos no es muy fuerte y que quizá es una superviven­cia de cuando muchos hijos morían de niños. Pero eso no explica por qué hay grupos, típicament­e religiosos, con familias grandes. Hoy son estos grupos. Mañana vete a saber.

–Que la educación de unos hijos que no morirán de niños pide esfuerzo y las familias prefieren la calidad sobre la cantidad. Por lo tanto: pocos hijos. Pero ¿podemos estar seguros de que la tecnología y la organizaci­ón social que la acompañan no cambiarán la situación?

–Que las políticas pronatalid­ad no se generaliza­rán por razones geopolític­as o de otro tipo. O que no serán eficaces. Quizá sí, sin embargo...

No es evidente para mí que la humanidad haya abandonado para siempre una variedad suavizada del juicio de Malthus: que si el nivel de desarrollo y de tecnología permite un incremento de la población, este se producirá. No, como anticipaba Malthus, hasta el punto de reducir la población a un nivel de subsistenc­ia, pero sí de limitar su nivel de bienestar por debajo de lo mejor posible.c

Debemos acelerar la disponibil­idad abundante de energía limpia y a precios históricos

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