La Vanguardia

Ciudad de inmigrante­s

- Norbert Bilbeny

Dios mío, ¿dónde estoy?”. Eso dijo, desorienta­da, una mujer en el andén del metro. La multitud subía apretada y deprisa por la escalera, mientras yo intentaba bajar rápido por ella para no perder el mismo convoy. Fue entonces cuando una mujer de cierta edad, chiquita y con claro aspecto incaico, miró a su alrededor y preguntó en voz alta dónde estaba.

Fue en el intercambi­ador de metro de La Sagrera, uno de los mayores de Barcelona. Conecta cuatro líneas de metropolit­ano, tres de tren y veintisiet­e de autobús. Centenares de miles de personas cruzan en todas direccione­s esos túneles cada día. No es extraño que algunos se sientan perdidos ahí, en especial si acabas de llegar a la ciudad, como esa mujer venida de quién sabe qué lugar de Perú o Ecuador.

Muchos, aunque lleven meses o incluso años en la ciudad, desconocen casi todo del lugar donde viven y trabajan. Tienen su cirgenerac­iones cuito diario y de él no salen. Se dice que no están arraigados, pero cuesta imaginarse lo que es ser inmigrante en tierra lejana y que no suele tratarte con justicia. La palabra acogida es bastante irreal. Se tardan años y una o dos para saber dónde uno está y, por tanto, poder arraigarse. En otra experienci­a de transporte público, una pasajera, ante la puerta de salida del autobús, le decía a alguien por teléfono: “Ella se vino de su país por él. Él la trajo. Y a los tres meses, él la dejó…”. ¿Dónde debe de estar ahora esta otra mujer?

Europa pone a prueba con los inmigrante­s los valores de los que presume. Mostrando su compromiso humanitari­o e integrador, se pone a prueba a sí misma. La actual marea antiinmigr­atoria solo hace que mostrar la falta de confianza de Europa en sí misma. Hasta que no veamos en el extranjero al otro, no vamos a hacer creíble el nosotros.

En un hogar de la zona alta de Barcelona trabaja como asistenta una mujer marroquí que, por su situación, no puede traer al hijo y la hija a España. Hace casi dos años que no están juntos. El niño le ha pedido por Whatsapp a su madre que le envíe una camisa de ella. Pero sin lavar, le insiste. Quiere sentir el olor de su madre.c

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