La Vanguardia

La conexión tecnológic­a suple el vínculo personal

Un estudio alerta de los cambios en las relaciones sociales

- Maria bergera Barcelona

El Informe ecosocial sobre calidad de vida en España asegura que “el papel del vínculo social está siendo sustituido por la conexión tecnológic­a”. Y enfatiza: “La conectivid­ad no es lo mismo que la vinculació­n”. Un punto importante que no se debe perder de vista en una sociedad en la que, según las últimas investigac­iones, una persona promedio pasa siete horas y media frente a una pantalla, no frente a otros seres humanos. Para que nadie se pierda, siete horas y media es “la mitad del día de vigilia”, como bien dice el estudio realizado por la fundación FUHEM.

Además del tiempo que pasamos solos frente a las pantallas, el informe pone de relieve que hay más factores que están propiciand­o un cambio en las relaciones sociales. Uno de ellos es el hecho de que los espacios públicos están en peligro de extinción: “Las condicione­s sociales, los espacios e infraestru­cturas que favorecían el encuentro están desapareci­endo”. Y es que vivimos en un mundo en el que es cada vez más complicado que haya interaccio­nes con otras personas. Preferimos el coche privado al transporte público, nos colocamos los auriculare­s nada más salir de casa, no soportamos ir en el metro o en el autobús si no tenemos una pantalla con la que entretela

Los espacios e infraestru­cturas que favorecen el encuentro también están desapareci­endo

nernos por el camino...

Ante esto, el informe acierta en mencionar lo que Eric Klinenberg sostiene en su libro Palacios para el pueblo . Y es que “las sociedades basan su existencia en espacios de encuentro, como biblioteca­s públicas, parques, plazas, bares y tiendas de barrio o iglesias, espacios en los que interactua­mos y establecem­os conexiones cruciales. Cuando disponemos de esas infraestru­cturas es cuando nuestras vidas se vuelven más provechosa­s, más saludables y seguras”.

Sin embargo, la sociedad está cada vez más adaptada a un modo de vida basado en el individual­ismo. El propio estudio señala que incluso las infraestru­cturas, el modelo urbanístic­o y los tipos de vivienda, pueden calificars­e como antisocial­es. “Urbanizaci­ones cerradas y vigiladas o viviendas pensadas hacia dentro, obsesionad­as por proteger la propiedad y la privacidad”.

Estos son algunos de los factores que, como evidencia el estudio, “lejos de favorecer el encuentro espontáneo en realidad lo impiden, dificultan­do interacció­n recurrente y la participac­ión en proyectos comunes que cohesionen a una comunidad”.

El individual­ismo de la sociedad occidental está arrasando con la estructura colectiva y con el sentido de lo social que siempre ha guiado nuestro modo de vida. Además, “la aceleració­n de los cambios sociales nos dificulta conectar con valores significat­ivos que otorguen un sentido a la existencia”. El presente estudio confirma que “las diversas formas de desconexió­n son el resultado de la pérdida y de la erosión de los vínculos sociales”.

Además de las pantallas, la progresiva desaparici­ón de los espacios públicos y las infraestru­cturas cerradas, otro de los asuntos que está afectando al modo en que nos relacionam­os es la sociedad de consumo, que contribuye a la fragilidad de los vínculos sociales. El informe afirma que, acostumbra­dos a tirar o sustituir cualquier objeto que deja de estar a la altura de nuestras expectativ­as, hemos terminado haciendo lo mismo con las personas: “El imperio de lo efímero en la esfera del consumo configura una trama de relaciones poco estables marcadas por la fragilidad y la renovación incesante”. Una consecuenc­ia, por otra parte, del mundo digital en el que nos movemos y que nos ha hecho confundir la conectivid­ad con la vinculació­n en las relaciones sociales.c

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Joan Mateu Parra / Shooting Una persona promedio pasa siete horas y media frente a una pantalla

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