prácticas sensatas
1. Dar ejemplo. Al llegar a casa o en los momentos de compartir tiempo en familia, los padres deberían conectar el modo avión en el móvil, sin excusas.
2. Conocer a nuestros
hijos. Cada niño es distinto, cada familia también, y por tanto es preciso adecuar las normas a cada caso particular. Hay que encontrar la dieta digital adecuada para cada uno. 3. Establecer un horario
digital. El uso responsable de la tecnología pasa por planificar y temporalizar: que haya tiempos de conexión, donde se haga un uso no exclusivamente lúdico de las pantallas; y de desconexión, en los que la tecnología no invada espacio de relación familiar.
4. Pactar. Hay que acordar normas precisas. No negociables: el móvil debería estar físicamente fuera de la habitación de los niños a la hora de acostarse; en la mesa, televisión apagada y dispositivos fuera del alcance.
5. Buscar actividades familiares relacionadas
con las pantallas. Es esencial mantener la curiosidad por los contenidos que les interesan a ellos, por estúpidos y nocivos que nos parezcan.
6. Dar opciones de ocio alternativas a las pantallas. Que sean saludables, atractivas, al aire libre, en la naturaleza y que impliquen que los niños se relacionen con sus iguales y con los adultos.
7. Explicar quién hay detrás de las redes sociales. Que entiendan cómo funciona el negocio de las grandes compañías tecnológicas es importante. Deben saber que los mejores cerebros del mundo trabajan mañana, tarde y noche para que nuestras mentes se conviertan en adictivas, que examinan nuestras conductas y tienen nuestros datos.
8. Hacerles partícipes de la medición de su tiempo
de conexión. La concienciación sobre el tiempo que dedican al móvil es clave.