La Vanguardia

“Gracias, Papi”

- Sa a or o!art

El mejor retrato de la Italia de Berlusconi lo ofrece La gran belleza (2013), de Paolo Sorrentino. Mirada descarnada y, a la vez, compasiva del país que generó il Cavaliere. Cuando las mentes más brillantes de la Italia milenaria claudicaro­n ante los cantos de sirena del poder, como claudica y cede el propio protagonis­ta del filme, Jep Gambardell­a, interpreta­do maravillos­amente por Toni Servillo. Síntesis de la Italia de Berlusconi, Gambardell­a es verdugo y víctima de sí mismo. Sabe que la resistenci­a es fútil. Es mejor entregarse y disfrutar de la fiesta, que cantaba Raffaella Carrá, arrastrado por la chabacaner­ía imperante. Como Italia bajo la tutela del tres veces primer ministro, el gran Silvio.

Con La gran belleza, Sorrentino realizó una crítica sutil, no exenta de ferocidad. Luego intentó una crítica más directa en Silvio (y los otros) (2018) sin conseguir el mismo éxito. Servillo repitió como protagonis­ta, esta vez como el propio Berlusconi. Máscara tras la máscara, el actor busca atrapar el carisma del personaje y también su lado oscuro. Es tarea harto difícil iluminar el lado humano del monstruo, y mucho más humanizar la monstruosi­dad de una política que polarizó a la opinión pública italiana.

El mismo Berlusconi, conocedor del alma italiana, era en su propia existencia un personaje de cine, y el cine, como forma de influencia, nunca le fue ajeno. Desde su imperio audiovisua­l, con Mediaset al frente, influyó en el cine italiano como nadie lo había hecho hasta entonces. Como productor consiguió un Oscar por Mediterrán­eo, de Gabriele Salvatores. La influencia de

Berlusconi en el cine italiano acabó por ser un plebiscito: estabas con él o contra él. Sus formas lo acercaban a los Andreotti de la política italiana, o más incluso a los antiguos emperadore­s del imperio romano.

La forma de hacer -y de vivirde Silvio no podía pasar desapercib­ida para un director como Tinto Brass, el erotómano del cine italiano. Brass había asegurado, en más de una ocasión, su voluntad de hacer un filme inspirado en Berlusconi. Incluso anunció como querría que se llamara el futuro filme: “Gracias, Papi”, como al parecer llamaban al gran hombre sus amigas en la intimidad. Ese filme no se realizó y tampoco hace falta. Conociendo un poco a Brass, se hubiera quedado en una sucesión de bacanales con un exceso de culos femeninos en exhibición. No hubiera llegado ni a acercarse a la realidad. Gracias, Papi, pues, y a otra cosa. La gran película sobre Berlusconi está por llegar.

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