La Vanguardia

El Prado muestra cómo el Greco le abrió las puertas del cubismo a Picasso

Una exposición relaciona los apóstoles del cretense con cuadros del malagueño

- REDACCION Museos

Cuando tenía 17 años, Picasso viajó a Madrid para formarse en la Academia de Bellas Artes de San Fernando por indicación de su padre, también pintor, José Ruiz y Blasco. Pero las cartas y dibujos de esa época muestran que, en lugar de asistir a las clases, pasa sus días copiando a los viejos maestros en el Museo del Prado. En uno de ellos, anota, “Yo, el Greco”, confesando aún sin pretenderl­o el nombre del que sería “su primer amor de juventud” y uno de los más persistent­es en el tiempo, según Carmen Giménez, una de las mayores especialis­tas en Picasso, para quien la influencia del cretense fue esencial en el nacimiento del cubismo, uno de los movimiento­s revolucion­arios del siglo XX.

La tesis del Greco como el primer pintor cubista, o al menos su gran inspirador (lo reconoció el propio Picasso, quien, ignorando a Braque, reivindicó su invención y suscribió la teoría de que su origen era español), fue desplegada por la propia Giménez hace ahora un año en una espléndida exposición en el Kunstmuseu­m de Basilea y ahora incide en ella en el Prado, museo en el que Picasso no solo fue copista sino también director, nombrado durante la Guerra Civil por Manuel Azaña, entonces presidente del gobierno de la República, por un salario de 15.000 pesetas, aunque nunca llegó a tomar posesión.

Picasso, el Greco y el cubismo (hasta el 17 de septiembre), que se inscribe dentro de la celebració­n del 50.º aniversari­o de la muerte del artista, es una muestra mucho más reducida que la citada de Basilea pero igualmente reveladora. “Lo que han aportado el Greco y Picasso es otro mundo, y ese mundo quedará aquí para siempre”, señala Giménez.

“Nunca antes se había imaginado que el Greco aportó el cubismo a Picasso, o al menos la apertura que necesita para ver de una forma diferente”, añade la comisaria, que ha reunido a los apóstoles San Simón, San Bartolomé y San Juan Evangelist­a, que Picasso contempló en Toledo, con el San Pablo procedente de una colección particular. Frente a ellos, cuatro obras de Picasso: Tocador de mandolina (de la Fundación Beyeler), Acordeonis­ta (Museo Guggenheim), Hombre con clarinete (Thyssen-bornemisza) y El aficionado (Kunstmuseu­m Basel), todos ellos pintados entre 1911 y 1912.c

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Museo del Greco / Sucesuón Pucasso / Th ssen
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A la derecha, ‘Hombre con clarinete’, de Picasso.
Cara a cara. ‘San Juan Evangelist­a’, del Greco. Museo del Greco, Toledo. A la derecha, ‘Hombre con clarinete’, de Picasso.

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