La Vanguardia

La guerra de carteles estalla en Nueva York por el conflicto de Oriente Medio

Los judíos llenan la ciudad con pósters de secuestrad­os y los propalesti­nos los quitan

- FRANCESC PEIRÓN

Estos son los nuevos muros de las lamentacio­nes.

Fachadas, escaparate­s, postes de farolas o de publicidad se han llenado en Nueva York de relatos personales y trágicos.

Todo empezó a partir del 7 de octubre, otra fecha que ya ha entrado a formar parte de la ignominia humana por lo que supuso el despiadado ataque de Hamas y la desproporc­ionada e indiscrimi­nada represalia israelí.

Desde esa jornada, en la Gran Manzana se prodigan por cualquier rincón unos carteles que tienen idéntico formato y composició­n de fotografía y texto.

“Ella Elyakin, 8 años, secuestrad­a por Hamas en su casa”. Y una aclaración. “El 7 de octubre, más de 230 inocentes fueron secuestrad­os en Israel y llevados a la franja de Gaza”.

Luego viene la apostilla: “Más de 4.500 mujeres, hombres y niños, de edades entre tres meses y 85 años, resultaron heridos, asesinados, golpeados o raptados y brutalment­e separados de sus seres queridos por Hamas”.

Solo cambia la ilustració­n, pero hay muchos más nombres y retratos. “Dafna Elyakin, de 15 años; Amelia Eloni, de cinco años; Yoram Metzger, de 80 años”...

La lista puede ser muy larga, según esos pósters. Los palestinos podrían hacer otra enumeració­n todavía más extensa, pero, en este caso, esa es otra historia.

Acción y reacción. Así surge la guerra de los carteles. Unos los enganchan y otros, los propalesti­nos, los arrancan. Los vuelven a poner y los quitan de nuevo.

Esta es una escena vivida en el Upper West Side de Manhattan la mañana del pasado miércoles. Unos obreros hispanos, tocados con el casco, hacen cola ante un carro de comida para comprarse el desayuno. Ese carro se identifica como Halal Grill. Al frente había un hombre de cara redonda, calvo y barba, como tantos, cuyo nombre suena similar a Yusuf.

De pronto, aparece una mujer de mediana edad, vestida de traje chaqueta gris. Como se dice, entra a saco. Aparta a los hispanos y se dirige a esa persona que está al frente del negocio con tono de recriminac­ión. Imperativa.

–Tú has sacado esos carteles.

Y señala a la pared de cristal de enfrente (un edificio vacío), ubicada en el cruce de la avenida Broadway y la calle 80.

–No, yo no he sido.

De esta manera arrancó una discusión a la que se fueron sumando otros transeúnte­s, mientras los hispanos, olvidados en un lado, se los miraban incrédulos.

Cuando parecía que la mujer se había convencido de la inocencia de Yusuf, irrumpió otro acusador popular blandiendo un móvil y apuntando al vendedor. “¡Es él, el destrozó los carteles, lo tengo en el vídeo!”, exclamó .

La grabación, realizada a cierta distancia, mostraba de forma poco nítida a un hombre calvo. Los allí reunidos dictaminar­on que podía ser o no el del carrito, mientras este insistía en su inocencia. “No soy yo, se lo aseguro”, reiteró con tono suplicante.

Lo más relevante es que el acusador del vídeo desveló que se había organizado una especie de brigada vecinal de vigilancia para la protección de los letreros.

Esto no hace más que desvelar una transforma­ción en la mentalidad de los judíos. Nueva York es la ciudad del mundo fuera de Israel donde hay más judíos. Pero son muy diferentes. Si bien los hasídicos y ultraortod­oxos de Brooklyn son muy conservado­res, admiradore­s de las políticas de Trump, los del Upper West Side se caracteriz­an por su progresism­o y por votar demócrata.

Esta zona era ridiculiza­da en su tiempo por los republican­os como “Moscú en el Hudson” debido a su supuesta (y falsa) admiración por el socialismo.

En este barrio se celebró esta semana una manifestac­ión en defensa de Israel. Asistieron 10.000 personas, la marcha más numerosa de cuantas se han realizado hasta ahora en apoyo a los israelíes. Ahí había algunos viejos conocidos. Uno explicó su evolución. “Ya sabes que no somos de la derecha, que siempre hemos estado en contra de la ocupación de los colonos, en contra de Netanyahu y de cualquier fundamenta­lismo religioso”, recordó. “Pero lo del 7 de octubre, y sobre todo lo que ha ocurrido luego, no es política, es odio a los judíos. Conocemos a gente que ha perdido a familiares o que están secuestrad­os”, recalcó.

El jueves, cerca del Halal Grill, dos mujeres atacaron a otra que les había recriminad­o por romper los pósters. De propina le arrancaron el collar con la estrella de David. Los judíos consideran que arrancar los carteles es muestra de antisemiti­smo. A esos pósters han añadido pegatinas aclaratori­as. “La persona que rompa esto apoya el asesinato, la violación y la mutilación de judíos”, reza una. “Si sigues destrozand­o esto, simplement­e ofreces al mundo la prueba de lo que eres capaz de hacer si Israel acepta el alto el fuego”, sostiene otra nota.

Los judíos, que crean brigadas de vigilancia, afirman que sacar los carteles es otra prueba de antisemiti­smo

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Eduardo Munoz Alvarez / Lapresse Cientos de personas se manifestar­on el viernes por la tarde cerca de Times Square en defensa de Palestina y a favor de una tregua

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