La Vanguardia

En busca de una Gaza post-hamas

EE.UU. quiere que una Autoridad Nacional Palestina “reformada” administre la franja

- FÉLIX FLORES

Mohamed Dahlan, que intentó derrocar a Hamas en el 2007, podría ser el hombre a gusto de casi todos

Apenas Israel está en la segunda fase –de cuatro– de su plan militar en Gaza, el Departamen­to de Estado norteameri­cano intenta perfilar el futuro de la franja de manera que no se rompan los equilibrio­s en la región. Su titular, Antony Blinken, insistió el pasado miércoles: no al desplazami­ento de la población a Egipto y no a la reocupació­n militar israelí. Ante la afirmación del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, de que Israel se haría cargo de la “seguridad” (un término difuso) en Gaza durante un “período indefinido”, Blinken dijo que ese período debe ser “transitori­o”.

Si Netanyahu parece aludir al mantenimie­nto del cercado gazatí como una especie de campo de prisionero­s, Blinken concretó que Gaza debería unificarse con Cisjordani­a bajo la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que aún preside Mahmud Abas. Y si no, habría que aplicar “arreglos temporales que incluyan a otros países, agencias internacio­nales, etcétera”.

Es mucho más fácil decirlo que ejecutarlo, por supuesto. Eso, sin contar con que ni se menciona la opinión de los gazatíes, bombardead­os a diario desde hace un mes y sobre quienes nadie invoca la Cuarta Convención de Ginebra, que señala la protección de la población civil ocupada, una obligación para Israel, porque el espacio terrestre, marítimo y aéreo de Gaza son de su competenci­a.

Mahmud Abas y Husein al Sheij, secretario general de la Organizaci­ón para la Liberación de Palestina (OLP), responden que la ANP podría administra­r Gaza si EE.UU. fuerza a Israel a una “decisión política integral que incluya Gaza, Cisjordani­a y Jerusalén Este”. Esto es, abordar la cuestión palestina global en vez de una Gaza post Hamas que hasta en el Pentágono ven ilusoria si duran mucho más los bombardeos.

Mustafa Barghouti, el líder palestino de la tercera vía (frente a Al Fatah y Hamas), lo ha expresado así: “Hablar de tutela externa sobre la franja de Gaza tiene como objetivo dar legitimida­d a la ocupación israelí, eximirla de la responsabi­lidad por las necesidade­s humanitari­as de quienes están bajo ocupación y trasladarl­a a otro actor”. Ese otro actor también incluiría a Egipto, pero el presidente Al Sisi ha rechazado no solo acoger refugiados (circula la sospecha de que Israel pretende la expulsión de los gazatíes), sino hacerse cargo de la “seguridad” de Gaza hasta que lo haga la ANP. Tampoco quiere fuerzas internacio­nales en la frontera, idea ya manejada por la ANP en la guerra del 2008-2009. La diferencia es que entonces la interpreta­ción era que Israel quería un Hamas desarmado que aún sirviera a sus intereses de impedir la llamada unidad nacional palestina. Hoy lo que proclama es su aniquilaci­ón. En medio de la actividad diplomátic­a de Blinken, el portavoz del Gobierno israelí, Eylon Levy, decía: “Es muy prematuro hablar del día después de Hamas”.

Al margen de todo lo dicho, para la ANP encargarse de Gaza sin nada a cambio sería venenoso. No solo Mahmud Abas, de 88 años y casi veinte en el cargo, está muy desacredit­ado. Es que en estos años, los asentamien­tos judíos ilegales se han multiplica­do en Cisjordani­a, lo mismo que los controles, los arrestos y todo tipo de limitacion­es; también se ha levantado el muro de Jerusalén. La ANP, creada con los acuerdos de Oslo de 1992 entre Rabin y Arafat, solo tiene poder administra­tivo sobre una fracción del territorio ocupado, e incluso sus organismos policiales están supeditado­s al ejército israelí. No es una autoridad real.

La propuesta de Antony Blinken pretende una vuelta al pasado. Pero con truco. En el 2005, Ariel Sharon evacuó a los colonos de Gaza (dejando, eso sí, las barreras y el control militar exterior, incluido un globo cautivo equipado con cámaras, más tarde sustituido por drones) y pasó su administra­ción a la ANP. En el 2006, Hamas ganó las elecciones palestinas (no ha habido otras). En el 2007, Mohamed Dahlan, jefe de la seguridad de la ANP en Gaza, intentó un golpe de Estado –supuestame­nte con ayuda de Israel, EE.UU. y Emiratos Árabes Unidos, enemigos de los Hermanos Musulmanes, de los cuales procede Hamas– que fue desbaratad­o por Hamas. Corrió la sangre y los hombres de Al Fatah huyeron. Mohamed Dahlan, a Abu Dabi.

Desde entonces, Dahlan ha hecho negocios, muchos contactos, y dicen que mantiene el apoyo de emiratíes, americanos, egipcios e israelíes. Nació en Jan Yunis hace 62 años, y ha intentado regresar poniendo dinero sobre la mesa, incluso ahora con la ayuda humanitari­a. En las últimas semanas hay rumores, y The Economist ha presentado una imagen providenci­al de un personaje normalment­e visto como intrigante, que fue expulsado de Al Fatah y juzgado en ausencia por corrupción en el 2016 por un tribunal palestino. Es posible que Blinken se refiriera a él cuando habló de una ANP “reformada” para ocuparse de Gaza. No parece una idea muy democrátic­a, pero ¿a quién le importa?

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SAID KHATIB / AFP Un gazatí portando un retrato de Mohamed Dahlan a la llegada de vacunas emiratíes contra la covid gestionada­s por él, en marzo del 2021

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