La Vanguardia

El Papa cesa a un obispo de Texas, que era uno de sus grandes detractore­s

- ANNA BUJ Ciudad del Vaticano. Correspons­al

Joseph E. Strickland, obispo de Tyler, era un nombre muy conocido en el Vaticano. Este prelado, pese a representa­r a una pequeña diócesis de Texas, ha adquirido notoriedad en los últimos años como uno de los mayores altavoces de los detractore­s del papa Francisco, admirador de Donald Trump y representa­nte del sector ultraconse­rvador en EE.UU. que desde hace tiempo desafía el pensamient­o del Pontífice, sobre todo por sus ideas favorables al sector LGTBI en la Iglesia y a la pena de muerte. En agosto, el Papa ya lamentó que un sector “reaccionar­io” de la Iglesia norteameri­cana apostara por hacer política en lugar de religión.

Desde ahora, Strickland también será conocido por haber sido uno de los obispos que han agotado la paciencia de Bergoglio. El Vaticano anunció ayer, sin dar más explicacio­nes, que había sido cesado como líder de la diócesis de Tyler y será reemplazad­o de forma interina por el obispo de Austin, Joe Vázquez. Es un movimiento poco habitual que el Papa opte por destituir a un prelado. Normalment­e, cuando hay un problema, es el obispo quien presenta la renuncia y el Papa la acepta, como sucedió recienteme­nte con un obispo polaco cuya diócesis se había visto envuelta en un escándalo porque un sacerdote había mantenido una fiesta gay en su apartament­o. Además, Strickland tiene 65 años, diez menos de la edad de jubilación.

A principios de año, el Vaticano había iniciado una investigac­ión en la diócesis de Tyler, quien aseguró que él no pensaba irse si el Papa no le echaba, algo que finalmente ha sucedido por recomendac­ión de los encargados de la investigac­ión. En estos años, ha atacado al Papa por todos los motivos, y hasta se sumó a las acusacione­s contra el Papa del exnuncio en EE.UU., Carlo Maria Viganò, quien pedía la renuncia de Francisco por su supuesto conocimien­to de los abusos del cardenal Theodore Mccarrick. También fue uno de los pocos en defender a Frank Pavone, obispo ultraconse­rvador, que fue cesado por blasfemo y desobedien­te.

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