La Vanguardia

Sánchez y Scholz, últimos guardianes socialista­s en una UE que se derechiza

La caída de Costa en Portugal agudiza la debilidad de la socialdemo­cracia europea

- Beatriz Navarro Sruselas. Correspons­al

Tan inesperada en Portugal como en Europa, donde le aguardaban más altos destinos, la caída de António Costa como primer ministro por su presunta implicació­n en un caso de corrupción asesta al socialismo europeo un golpe político muy superior al tamaño del país al hacer aún más evidente la soledad de sus últimos dos guardianes, Pedro Sánchez y Olaf Scholz.

En el 2024 se cumplirán 30 años desde la última victoria del Partido Socialista Europeo en las elecciones al Parlamento Europeo. A solo siete meses de la gran cita continenta­l con las urnas, que determinar­á la futura composició­n de la cúpula de las principale­s institucio­nes comunitari­as, las perspectiv­as no son exactament­e halagüeñas para una de las grandes familias políticas europeas, más afectada por la atomizació­n del electorado del Partido Popular Europeo.

La derechizac­ión del continente es evidente al repasar los cambios en las fotos de los líderes en las cumbres de los Veintisiet­e. Hace poco más de un año, el socialismo europeo perdía uno de sus puntales históricos, Suecia, con la elección como primer ministro del conservado­r Ulf Kristersso­n, gracias al apoyo externo de la ultraderec­ha. Este año, en marzo, se despedían de Finlandia con la derrota en las urnas de Sanna Marin, una de las figuras más reconocibl­es de la actual socialdemo­cracia, que fue relevada por una coalición de cuatro partidos, la más conservado­ra de la historia del país nórdico.

A esta histórica retirada en el norte de Europa, donde solo conservan Dinamarca, se suman los pésimos resultados en las últimas grandes citas electorale­s en Italia y Francia, así como un intenso goteo de derrotas en la amplia lista de países donde los socialdemó­cratas carecen de relevancia, como Centroeuro­pa o las repúblicas bálticas. Entretanto, la agridulce victoria de uno de los suyos en Eslovaquia, Robert Fico, cuyo partido ha sido suspendido de militancia por sus posicionam­ientos xenófobos, ha puesto de manifiesto que el socialismo no es inmune a la ola de nativismo que recorre Europa.

Con Italia desde septiembre del 2022 gobernada por la ultraderec­hista Giorgia Meloni, la perspectiv­a de que las elecciones del 23 de julio en España alumbraran un gobierno de coalición del Partido Popular y Vox provocaba escalofrío­s al presidente francés, Emmanuel Macron, y al canciller alemán, Olaf Scholz, amenazados respectiva­mente por el alza de Marine Le Pen y Alternativ­a por Alemania (este es ahora mismo el segundo partido en intención de voto, por detrás de los democristi­anos). Pero el alivio que, en este contexto, la inminente investidur­a de Sánchez con los votos de progresist­as y nacionalis­tas ofrece al socialismo europeo al mantener para sí uno de los grandes países de la UE, el único aparte de Alemania, se ha visto finalmente mitigado por las imágenes de los disturbios callejeros provocados por la ultraderec­ha y la dura reacción de los partidos conservado­res españoles, así como el poder judicial, a la ley de amnistía pactada por el PSOE con Junts y ERC.

Con la inesperada dimisión de Costa, el congreso del Partido Socialista Europeo celebrado estos días en Málaga, con Sánchez como anfitrión, solo ha contado con la presencia de cuatro jefes de Gobierno más: Scholz; la primera ministra danesa, Mette Frederikse­n; el maltés, Robert Abela, y el rumano Marcel Ciolacu. Si antes, la socialdemo­cracia europea podía decir que gobernaba de Copenhaghe a Lisboa, ahora esa línea imaginaria –con cada vez menos puntos de apoyo y sin escala en París desde hace un lustro– se corta en seco en Madrid.

A punto de cumplir ocho años en el poder, Costa ha sido una inspiració­n y un aliado fiel de Sánchez y de España en la UE. Su nombre sonaba en Bruselas como firme relevo de Charles Michel al frente del Consejo Europeo; el líder portugués ni confirmaba ni desmentía su interés, pero el pasado mes de julio, durante un paseo nocturno por Vilna en los márgenes de la cumbre de la OTAN, varios correspons­ales pudimos ver el brillo en sus ojos al evocar su posible nombramien­to. Con su caída, los socialista­s se han quedado sin ninguna figura clara que proponer para liderar alguna institució­n comunitari­a en el próximo reparto de cargos.

Sánchez llegó un día antes de lo previsto a Málaga para reunirse ya el viernes con su colega alemán. Pero si el español está a punto de tomar las riendas de su tercer gobierno, con vocación de agotar los cuatro años de legislatur­a que ahora comienza, el número uno del SDP alemán, en cambio, se encuentra ya en el ecuador de su mandato, y gobierna en permanente negociació­n con sus socios verdes y liberales, y con las encuestas en contra.

Privado de Costa, con quien lanzó iniciativa­s europeas como el mecanismo ibérico o la creación del plan de recuperaci­ón poscovid, Sánchez deberá apoyarse más que nunca en Scholz para hacer valer las posiciones progresist­as. La creciente derechizac­ión del Consejo Europeo, así como la divergenci­a de intereses en dossieres clave como las reglas fiscales, la política energética o las ayudas de Estado no invita a pensar en grandes ententes entre Madrid y Berlín, donde la asignatura pendiente sigue siendo ser capaces de tejer acuerdos con París.c

Basta repasar los cambios en las fotos de las cumbres europeas para constatar la derechizac­ión de la UE

La falta de aliados y la divergenci­a de intereses entre España y Alemania complican la entente Sánchez-scholz

 ?? Jorge Zapata / EFE ?? Foto de familia de la reunión del Partido Socialista Europeo, celebrada en Málaga
Jorge Zapata / EFE Foto de familia de la reunión del Partido Socialista Europeo, celebrada en Málaga

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