La Vanguardia

Por una regulación del móvil en la escuela

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el 53% de los centros educativos catalanes ha regulado ya el uso que los alumnos hacen de sus teléfonos móviles mientras se encuentran en la escuela. vivimos unos tiempos en los que esta cuestión está muy presente en el debate público, debido al uso generaliza­do, muy extendido, de estos dispositiv­os, que acaparan la atención de los más jóvenes y les ocupan un promedio de cuatro horas al día y, en ocasiones, hasta cinco, seis o más.

Atento a esta realidad, el Departamen­t d’educació de la generalita­t de Catalunya ha decidido dar “pautas claras” a todas las escuelas catalanas, sin excepción, para que regulen el uso del móvil entre sus alumnos. Todos y cada uno de los centros educativos, desde infantil hasta bachillera­to, deberán especifica­r en su normativa las condicione­s para el uso del móvil. Ya sea su exclusión de la escuela, su uso específico en labores académicas o su limitación, por ejemplo, a los periodos de recreo. educació todavía no ha decidido si la aplicación de estas normas reguladora­s entrará en vigor de forma inmediata o si se aplazará hasta el inicio del curso 2024-2025. Pero, en cualquier caso, este departamen­t está decidido a implementa­r su propósito de mayor control.

Yendo más allá, alguna asociación de padres ha lanzado la propuesta de prohibir el uso de los móviles a los menores de 16 años, y lo cierto es que ha recibido la adhesión de no pocos progenitor­es. Creemos que la prohibició­n debe ser el último recurso, y que las soluciones taxativas no suelen ser las mejores. Siempre es preferible una mejor educación digital y una complicida­d entre padres y docentes, puesto que difícilmen­te se resolverá sin ella el problema que representa el uso abusivo de los móviles.

está fuera de discusión que el control y la regulación son necesarios. Por una parte, porque el gran potencial de estas tecnología­s llega de la mano de su explotació­n, por parte de diversos agentes corporativ­os, como una lucrativa vía de penetració­n en la rutina de los usuarios más inmaduros, que pueden acabar viéndose privados de muchas de sus mejores horas, con su capacidad de concentrac­ión mermada y orientados hacia contenidos que, por su vacuidad o sus excesos, poco bueno les van a aportar. La naturaleza intrusiva de estos mecanismos y de las redes que vehiculan es ya una evidencia indiscutib­le.

La finalidad no es, como decíamos, prohibir, sino lograr que cada cosa tenga su tiempo, empezando por la educación, siguiendo por las relaciones sociales y llegando al ocio y a las aficiones particular­es. Hasta la fecha, esa regulación que ahora se busca no ha predominad­o y es por tanto posible que halle resistenci­as. Pero quizás por eso es ahora más necesaria que nunca. Sobre todo, en la escuela.c

No se trata de prohibir, sino de que docentes y padres colaboren para una mejor educación

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