La Vanguardia

La cuestión palpitante

- Carme Riera

Desde hace ya algunos años, la Fundación Juan March organiza debates sobre temas de actualidad con el título La cuestión palpitante, tomado de una de las obras capitales de Emilia Pardo Bazán. Cuestiones palpitante­s hay en la actualidad muchas. Algunas son de ámbito mundial, como las horribles guerras que se libran en Europa, en el Próximo Oriente y en África, o los problemas que ha traído el cambio climático. Otras, de ámbito nacional, afectan a cada país en particular.

En el nuestro se ha llevado la palma estos días el asunto de la formación del nuevo gobierno y el de la necesidad de la amnistía para conseguir los votos imprescind­ibles para la investidur­a de Sánchez. Algo que polariza la sociedad –me refiero a la que está informada y es beligerant­e en alguno de los dos bloques, izquierda o derecha– y se cuela en las conversaci­ones familiares y también en las amistosas.

A estas alturas, tener amigos que no son de tu cuerda política, si eres del PSOE, pongamos por caso, que pertenezca­n al PP, o si eres del PP, que sean de ERC o de Junts, me parece positivo. Nada más aburrido, a mi entender, que el hecho de que no exista contraste de pareceres, mientras todo, claro está, se desarrolle dentro de los límites de la educación y las posiciones encontrada­s no terminen en enfrentami­entos irreconcil­iables.

Cuentan que el barbero de Sarrià preguntaba a sus clientes no solo por el tipo de corte o afeitado que deseaban sino por el tema que querían tratar y si preferían “controvers­ia o anar fent”. Ya sabemos que, en catalán, el verbo fer es probableme­nte el más utilizado: aquí ho fem tot, bueno, unos más que otros. En el caso del barbero, su anar fent quería decir seguirle la corriente al cliente de turno.

Al complacien­te barbero le daba igual referirse al Barça o al Espanyol, a Kárpov o Kaspárov, aunque intentara evitar los asuntos políticos que en la época de Franco, especialme­nte acabada la Guerra Civil, eso era en los tiempos en que el barbero triunfaba en su popular barbería, estaban prohibidos.

Hoy, afortunada­mente, no lo están. Podemos hablar de todo sin restriccio­nes y sin miedo a la censura, a no ser la que nos impongamos nosotros mismos, dependiend­o de la barbería que frecuentem­os o de los clientes que encontremo­s allí.

Algunos entendidos afirman que mantener las conviccion­es, sostenerla­s y no enmendarla­s, como hacen los dos partidos independen­tistas cuya intención irrenuncia­ble es y ha sido siempre conseguir la independen­cia de Catalunya, no se ajusta a la política líquida de la actualidad. Aseguran que ERC y Junts con su “ho tornarem a fer” están, con sus conviccion­es férreas, anclados en el pasado, ni siquiera en el pasado cercano del siglo XX, sino en el del XIX, cuando la palabra dada tenía valor y la gente cerraba los tratos con un apretón de manos sin contratos de por medio.

El siglo XXI, por el contrario, ha traído una nueva manera de hacer política. Creo que el presidente del Gobierno en funciones la definió muy bien cuando afirmó hace unos días que hay que “hacer de la necesidad virtud”. Pedro Sánchez, además de por esta frase hecha, ha optado igualmente por el dicho castizo de “donde dije digo, digo Diego”, alternativ­a de gran pragmatism­o y mucha actualidad en todos los ámbitos.

¿Y con qué tipo de opción nos quedamos, ante una cuestión tan palpitante? Una lástima que la barbería haya cerrado. Valdría la pena una encuesta de opinión en tal establecim­iento, comenzando por conocer la del barbero.c

No hay nada más aburrido que el hecho de que no exista contraste de pareceres

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