La Vanguardia

¿Y si Calígula fue malo por morir asesinado?

La historiado­ra británica Mary Beard examina la distopía que significab­a ser césar en ‘Emperador de Roma’

- Justo Barranco Mmdrid

Mary beard (Much Wenlock, 1955) regresa a Roma. La historiado­ra británica, autora de Pompeya o SPQR, publica Emperador de Roma (Crítica), una nueva mirada a los césares, a esos emperadore­s de los que nos han llegado historias macabras y excesivas. beard examina qué significab­a ser emperador, dónde vivían, quiénes les rodeaban, sus viajes, sus banquetes y hasta su condición póstuma de dioses. vespasiano, muriendo, bromeó: “°Ay! Creo que me estoy convirtien­do en un Dios”. Una mirada en la que admite la dificultad de separar mito y realidad, pero, señala, lo importante es por qué se cuentan determinad­as historias. Unos emperadore­s que, pese a morir básicament­e asesinados, han acabado como modelos: kaiser y zar derivan de césar.

“Que hayan seguido siendo modelos se debe a dos motivos. El sistema imperial romano fue muy resiliente, aunque los emperadore­s no. La autocracia romana permaneció. Así que proporcion­aron un modelo de resilienci­a. Y luego, proporcion­aron perfiles muy claros de diferentes versiones de uso bueno y malo del poder muy útiles para reflexiona­r”, observa beard.

En el libro no deja de anotar las historias truculenta­s que se atribuyen a nerón, Calígula o Heliogábal­o, que dejarían cualquier película de terror en mantillas, incluido un banquete de Domiciano en el que los senadores constataro­n que el comedor había sido pintado de negro, incluso los divanes y los esclavos desnudos que les servían, y sus asientos estaban marcados como lápidas con sus nombres. El emperador solo habló de muerte. Pese a todo, volvieron a casa. Pronto llamaron a la puerta y recibieron una lápida de plata con su nombre y el esclavo que había servido a cada uno como regalo. “Podría leerse también como una loca fiesta de disfraces que salió mal”, dice divertida.

“La regla básica es que la reputación de un emperador es determinad­a por la persona que viene tras él. De Calígula, podemos pensar que fue asesinado porque era malo, pero podría ser igual de cierto que se convirtió en malo porque fue asesinado. Tras el asesinato y con un nuevo régimen, tu legitimida­d depende de decir que era un villano”, razona. “no podemos caracteriz­arlos. Lo que podemos ver a través de todos, buenos y malos, es que la administra­ción básica del imperio continúa. Calígula quizá estuvo loco, pero el imperio no se rompió. Quizá porque alguien más está haciendo el trabajo y por lo tanto el emperador no es crucial. o quizá trabajan duro y pese a las historias que se cuentan firman las cartas, abordan las cuestiones legales... Se nos dice que hay hipócritas como Tiberio, libertinos como nerón, duros trabajador­es como vespasiano. En realidad, son probableme­nte muy similares. vienen de la misma clase, tienen el mismo trabajo, viven en el mismo lugar”.

Pero utiliza la palabra distopía para hablar de las autocracia­s imperiales. “La cara oscura del gobierno de un solo hombre en Roma es que cambia la manera en la que el mundo es, socava la misma noción de lo que es verdad o si puedes creer a tus ojos. Y lo hace del emperador hacia abajo, implica a todo el mundo en un conjunto de distorsion­es de las que no pueden escapar. Si piensa en los dictadores fascistas de mediados del siglo XX, hay algo de esa distopía. El gobierno autocrátic­o socava la manera en la que miras, trata de hacer real lo que es un mito y nos arrastra a preguntarn­os si lo creemos. Hoy no solo en dictaduras existe ese sentido de irrealidad. Me tienta decir que los EE.UU. de Trump eran así. La verdad había empezado a no importar”.

“Como en la autocracia de los césares, en los EE.UU. de Trump la verdad empezaba ya a no importar”

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Crítica La historiado­ra Mary Beard fotografia­da en Madrid, donde habló en la Fundación March

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