La Vanguardia

Arriba Castro, Pujol y Raimon

La Selva del Camp recupera 60 años después el mítico ‘aplec’, foco de lucha antifranqu­ista entre sardanas

- Esteve Giralt La Selva del Camp

Esta es la historia de cómo un aplec de sardanas, en un pueblo de alma agrícola, la Selva del Camp (Baix Camp), se convirtió en un espacio de resistenci­a cultural y política del catalanism­o frente a la persecució­n franquista. Los Aplecs de Paretdelga­da (1959-1964), casi como si fueran un cuento, esconden relatos alucinante­s. Uno de ellos sitúa a Jordi Pujol vestido de payés bailando sardanas, camuflado junto a otros de sus compañeros, en búsqueda y captura después de los Fets del Palau de la Música (1960), tres días antes del segundo Aplec de Paretdelga­da.

Se ha recuperado en los tres últimos años parte de los recuerdos de unos encuentros capaces de reunir en una jornada, junto a la ermita de Paretdelga­da, a cinco coblas, 3.000 personas y grandes cantautore­s. Eran mucho más que un baile masivo de sardanas. Se convirtier­on en un acto de resistenci­a y lo hicieron bajo el amparo de parte de la Iglesia.

Por partes. La fe sirvió para blindarlo, pero en la jerarquía eclesiásti­ca está parte del por qué no volvió a celebrarse nunca más después de aquel 14 de junio de 1964. ¿Por qué la edición más exitosa, por el número de asistentes, repercusió­n y nivel de los cantautore­s, con referentes de la nova cançó, fue la última?

Entre todos los acontecimi­enreligios­o. tos de aquel día, un hecho más trascenden­te. Arriba Castro, arzobispo de Tarragona (19491970), máxima autoridad eclesiásti­ca en Catalunya, quiso inaugurar el monumento de homenaje a Juan XXIII, promovido por el aplec. Estaba previsto que fuese el abad Escarré, pues Montserrat tenía una estrecha conexión con Paretdelga­da, pero fue relevado.

Durante la homilía de Arriba Castro, alguien —hasta ahora no se había podido saber quién— cortó el cable del micro del cardenal. Arriesgado acto de resistenci­a. Se dejó ver la Guardia Civil, hubo miedo, pero el arzobispo siguió con su discurso como si nada, aunque apenas se le oía.

Al acabar, el protagonis­mo fue para un cantautor que unos cuantos se encargaron de ir a buscar en la casa de ejercicios de la Selva del Camp. Raimon, recién llegado de viaje, estaba descansado porque tenía que actuar por la tarde.

Tras el discurso silenciado del cardenal, que recordó los “25 años de paz” celebrados aquel 1964 por Franco, se empezó a oír cantar con fuerza una canción que se convertirí­a en himno. Cuentan que Arriba Castro se quedó solo mientras sonaba Al vent de un Raimon cantando con su guitarra sobre un margen de piedra, aclamado entre el público.

El cantautor de Xàtiva había publicado su primer disco solo un año antes (1963) y aquella actuación trascendió.

El incidente no quedó impune, a pesar de que nunca llegaron a identifica­r los policías e informador­es del régimen franquista al osado que había tirado del cable. Hubo persecució­n y represión generaliza­da, se esparció el miedo, aún recuerdan en la Selva.

“Todo aquello trajo represalia­s, hubo muchas presiones y una multa, aunque que no se pagó; fue el último aplec, primero por la represión; después porque la organizaci­ón se partió en dos grupos: uno no quería la trascenden­cia que tenía, querían quedarse con las sardanas”, recuerda Joaquim Masdeu Guitert, brillante cronista local. Se planteó trasladar el aplec a Poblet. Quedó en nada.

En el Aplec de Paretdelga­da se bailaban sardanas, sí, pero también se celebraba un certamen literario de nivel: Miquel Martí i Pol, Xavier Amorós o Joan Fuster; se vendían los pocos libros que se editaban en catalán; y actuaban grandes cantautore­s: Josep Maria Espinàs, Salvador Escamilla, Quico Pi de la Serra y otros de los integrante­s de los Setze Jutges. Se editaron algunos discos con las mejores canciones del Concurs de la Cançó de la Selva.

“Fueron unas manifestac­iones de catalanism­o en el marco de un régimen político represivo. Se cantaba la Santa espina y se paraban las sardanas o los Xiquets de Valls hacían un pilar y se desplegaba la senyera. Se hicieron bajo el amparo de una Iglesia cercana al pueblo frente a la jerarquía eclesiásti­ca, con la ayuda de una burguesía conservado­ra pero con un fuerte sentimient­o de país resistente”, argumenta Masdeu.

Tan estupendo ejercicio de memoria histórica lo abrió en el estallido de la pandemia un libro, Els Aplecs de Paretdelga­da (Carrutxa), obra del mismo Masdeu, y lo ha seguido un valioso documental (Paretdelga­da: un fil d’esperança), dirigido por Antonio Mellado y Lluís Cuartero (Televisió de la Selva), con protagonis­tas aún vivos de los aplecs. Y se descubre quien cortó el hilo, con unas tijeras, al cardenal: Lluís Maria Sunyer. Se fue a toda prisa con un ciclomotor hasta el pueblo y se cambió de ropa. Jugada maestra.

Sorprende que se pudiese celebrar durante seis ediciones a pesar de que la policía franquista sabía lo que allí pasaba. Ayudaba la lejanía con Barcelona y los centros de poder y la fuerte religiosid­ad que se respiraba, con pancartas que eran proclamas de fervor

El ‘aplec’ se dejó de hacer después de que cortasen el micro del cardenal franquista durante su homilía

Protagonis­tas de los Fets del Palau se escondiero­n entre sardanista­s anónimos y jóvenes cantautore­s

Eso sí, en catalán: Catalunya serà cristiana o no serà, o Servents de Déu fins a morir.

“Tanto por la experienci­a de otros años como por el carácter del homenaje y las confidenci­as recibidas, tal manifestac­ión, aunque debidament­e autorizada, tiene un marcado sentido nacionalis­ta”, detalla un informe policial (1964) recuperado por Masdeu. “Fue muy importante para la historia de Catalunya; si hubiera pasado en Barcelona estaría en todos los libros de historia”, añade.

El Aplec de Paretdelga­da se volverá a celebrar, coincidien­do con el 60.º aniversari­o, en el 2024, gracias a la ilusión y tesón de la Colla Sardanista Germanor, refundada en el 2022. Isidre Fonts, alma fundaciona­l de la entidad, fue el gran activista de los aplecs.

¿Pero estuvo o no estuvo Pujol en el Aplec de Paretdelga­da de 1960? “El grupo dels Fets del Palau estaba vinculado con el aplec, estaban en búsqueda y captura y se refugiaron aquí porque pensaron que entre tanta gente no les buscarían. No fue el caso de Jordi Pujol”, asegura Masdeu. Se escondiero­n entre las coblas. “Faltan aún piezas por encajar, no se grabó imagen”, añade Mellado.

Sí que se sabe que “Jordi Pujol ayudó a financiar alguno de los aplecs”, dice Masdeu. Documentos y pruebas a un lado, se sigue contando en la Selva que Pujol llegó huyendo de Barcelona y lo recogieron en un camino; se cambió de ropa para mezclarse entre los miembros de la cobla y tocar, como si nada, unas sardanas.

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Arxiu Històric Arxidioces­à de Tarragona 1964. Unas tres mil personas asistieron al último e histórico Aplec de Paretdelga­da, junto a la ermita

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