La Vanguardia

Caracoles y manitas de cerdo

- Jordi Bosch

Un grupo de amigos, fieles seguidores del Girona FC, atraídos por el discurso futbolísti­co y la personalid­ad de nuestro entrenador, Míchel Sánchez, tuvo la oportunida­d de comer con él meses después de su llegada al club. Era a mediados de la temporada 21-22, estábamos contentos por lo que veíamos en Montilivi y fuera de casa, aunque entonces, en la clasificac­ión, sencillame­nte íbamos haciendo. Lejos todavía de pensar que pronto retornaría­mos a Primera después de una promoción cardiaca y prodigiosa contra el Eibar y el Tenerife. Todos menos Míchel, quien ya creía. Aquel día nos ganó para su causa al decirnos que su máxima ilusión era que un día lo recordáram­os porque con él se disfrutó viendo jugar al Girona FC. Míchel de Vallecas, el mismo que se arrancó pronto a contestar en catalán en las ruedas de prensa porque no entiende que su compromiso con Girona pueda obviar donde vive, nos superó por la derecha y por la izquierda al encargar la comida al camarero: caracoles y manitas de cerdo.

La expresión de la máxima felicidad aquel mediodía en la mesa y ahora en el campo. Al socio 82 del Girona –a disponer– le parece que a la mayoría del resto de los 13.000 consocios cualquier referencia al pasado del club le parecen batallitas. El acceso al liderato, el juego vibrante y aplaudido por todas partes, las estadístic­as españolas y europeas reventadas. La madurez alcanzada por una afición que fue capaz de aprender a no aflojar nunca. La estabilida­d del proyecto deportivo liderado por Quique Cárcel y organizati­vo del club, y el talante de la propiedad que entiende que su misión es mejorar el legado que ha recibido. Todo eso bien combinado nos da hoy la posibilida­d de saborearlo sin pensar en el mañana igual que la melosidad que da la brasa a la manita de cerdo y que quieres que no acabe nunca cuando la comes. De hecho, un poco más y empalmamos con la cena.

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