Biden llama a elegir entre su “decencia y honradez” y la “ira” de Trump
El presidente calienta la campaña con un enérgico discurso del estado de la Unión
Los laberínticos pasillos del Capitolio estaban el jueves más transitados de lo habitual, con el alborotado ambiente de las grandes ocasiones. Congresistas, senadores, miembros del Gabinete presidencial, jueces del Tribunal Supremo, invitados especiales –entre ellos, el primer ministro de Suecia, recién entrado en la OTAN– y un centenar de periodistas se dirigían a la Cámara de Representantes a presenciar el discurso político más esperado del año.
Cumpliendo con su obligación constitucional, el presidente Joe Biden se dispuso a dar su tercer –y quizás último– discurso del estado de la Unión. Entró lentamente a la Cámara secundado de aplausos bipartidistas, saludó a los presentes y comenzó una larga y enérgica intervención, de una hora y diez minutos, en la que dio cuenta de los éxitos de su mandato. Fue el pistoletazo de salida de la intensa carrera de ocho meses hacia la Casa Blanca, dos días después del supermartes, que confirmó quien será su rival en noviembre: Donald Trump, que busca revancha tras su derrota –jamás admitida– en el 2020.
Con un tono de confrontación, con el que buscó dar una imagen de vitalidad ante las críticas por su vejez, dibujó un discurso de contrastes entre el “odio” de Trump y su “honradez”, entre la “ira” y su “decencia”, entre su autárquico “predecesor”, a quien no nombró ni una sola vez, y él, que dice haber hecho de la economía de EE.UU. “la envidia del mundo”.
Las elecciones del 5 de noviembre se celebrarán bajo la sombra del asalto al Capitolio, cuando el magnate alentó a sus seguidores para que impidieran la certificación de Biden. “La historia está observando, como observó hace tres años”, dijo al comienzo de su intervención: “Los insurrectos asaltaron este Capitolio y pusieron una daga en la garganta de la democracia estadounidense”.
El tramo final de su presidencia está marcado por las guerras en Ucrania y Gaza. Y también marcaron anoche gran parte de su discurso. “Si alguno en esta sala cree que Putin va a frenarse en Ucrania, les aseguro que no lo hará”, dijo, y alzó la voz para exigir a los congresistas republicanos que levanten su bloqueo a la ayuda a Kyiv.
No faltaron referencias a la frontera, en el centro de la campaña tras el bloqueo de los republicanos del pacto migratorio alcanzado en el Senado, uno de los más restrictivos de la historia. “Me han dicho que mi predecesor llamó a los republicanos del Congreso y les exigió que bloquearan la ley. Cree que sería una victoria política para mí y una derrota para él. No se trata de él o de mí: sería una victoria para América”.
Ambos candidatos califican la situación migratoria como una
“crisis”, y así lo escenificaron en su viaje a la frontera la semana pasada. “¡Únete a mí! Podemos solventarla juntos”, le tendió la mano, aunque antepuso su visión al discurso xenófobo de Trump: “Yo no demonizaré a los inmigrantes diciendo que ‘envenenan la sangre de nuestro país’. No separaré familias. No prohibiré la entrada en EE.UU. a personas por su fe.”
El discurso, en el que llevaba trabajando junto a sus asesores desde diciembre, también contó con un anuncio: EE.UU. construirá un puerto temporal en Gaza para hacer llegar ayuda humanitaria a una población cada vez más asediada. Presionado por el ala progresista de su partido, mandó un mensaje al Gobierno de Beniamin Netanyahu: “A los dirigentes de Israel les digo lo siguiente: la ayuda humanitaria no puede ser una moneda de cambio”.
En el juego de contrastes que dibujó Biden, y en su énfasis en la “libertad” constitutiva del país, destacó la situación del derecho al aborto, que el Supremo desprotegió a escala federal en junio del 2022. Desde entonces, está en manos de los estados, lo que obliga a muchas mujeres a hacerlo en la clandestinidad en lugares como Florida, Alabama o Texas, o costearse el transporte a otro estado donde sea legal. Seis de los nueve miembros del Alto Tribunal –tres de los cuales fueron designados por Trump– estaban presentes en la primera fila y mantuvieron un semblante serio durante todo el discurso. También estuvo invitada Kate Cox, una mujer a la que el Supremo de Texas le denegó un aborto de emergencia.
La lista de veinte invitados por la Casa Blanca envió un mensaje sobre las prioridades del presidente. Asistieron el primer ministro de Suecia, Ulf Kristersson, que se sentó al lado de la primera dama, Jill Biden; Keenan Jones, un profesor que ha visto su deuda estudiantil perdonada gracias al plan de condonación masiva del Gobierno; y Jazmin Cazares, cuya hermana murió en el tiroteo de Uvalde. La primera dama de Ucrania, Olena Zelenska, también había sido invitada, pero no asistió alegando motivos de agenda.
El discurso del jueves por la noche era una prueba de fuego para Biden, que ha comenzado el año electoral siendo el presidente más impopular desde Harry Truman. La superó con creces, con un discurso elocuente y sin lapsus. Pero no está claro que le vaya a dar el impulso que necesita para ser reelegido: tiene un 37,9% de aprobación, y sigue por detrás de Trump en las encuestas en cinco de los seis estados clave de estas elecciones. ●
“Los insurrectos asaltaron este Capitolio y pusieron una daga en la garganta de nuestra democracia”
“Yo no demonizaré a los inmigrantes, no separaré familias, no les prohibiré la entrada en EE.UU. por su fe”