La Vanguardia

Lamine contra João

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A pocos días de recibir al Nápoles el Barça ganó pero no transmitió demasiado. No se esperaba del equipo blaugrana una exhibición porque hablamos de un grupo que ha hecho de la sosería su sello de identidad, pero sí al menos un tímido latido que, visto lo visto, solo enseñaron Fermín, Cubarsí y Lamine Yamal, jugadores que nacieron con el siglo empezado y que en verano pintaban poco o nada. Suerte de ellos.

Junto a la sonrisa (con ortodoncia adolescent­e en el caso del goleador de la noche), la calidad y el descaro de estos chavales, el equipo arrastra como a un yunque atado a los pies a otros futbolista­s empeñados en boicotear esos brotes de alegría, partidario­s de un juego pastoso que actúa como inhibidor de deseos y esperanzas. Del resultado de la batalla entre estas dos facciones, que abanderan Lamine Yamal por una parte y el desaborido João Félix por otra, se sabrá qué sucede el martes en el partido de vuelta de los octavos de la Champions. No es que al equipo se le vea con opciones de llegar muy lejos en la competició­n tal como está, pero el martirio que se adivina de caer en todas las competicio­nes a principios de marzo no aguanta la llama de las velas del tercer aniversari­o del mandato de Laporta. Aceptar la grada de Montjuïc, habitada por un público interino (ayer hubo intento de ola con 0-0 en la segunda parte), como termómetro de la calentura de la afición es equivocar el diagnóstic­o.

Todo al 31

Pasan los años y a los ojeadores del FC Barcelona les sigue atacando un estrabismo repentino y cíclico que no hace distincion­es entre presidente­s y afecta directamen­te a la caja fuerte del club. La historia se repite. Cuando eso sucede, la directiva de turno ficha futbolista­s jóvenes e inexpertos de ligas secundaria­s a precios sorprenden­temente altos con el falso argumento de que moverse con agilidad en el mercado evitará que algún otro club se adelante. El relato es una trola, pero el fútbol lo permite. Allí donde Bartomeu dilapidó un invierno 40 millones invertidos en Trincão y Mateus Fernandes, Laporta se gasta lo que no tiene en Vitor Roque, a quien no nos atrevemos a condenar porque corre, deja detalles y le vemos cara de bueno. Curiosamen­te Trincão y Roque comparten la cifra de 31 millones de euros, el portugués como coste fijo y el brasileño como parte de los variables (con 30 ya entregados), como si el 31 estuviera marcado en una ruleta oculta de los despachos para dejar un rincón habilitado para tropelías.

A Trincão se le comparó con un joven Figo; a Mateus Fernades, con Busquets (lo hizo el sospechoso habitual André Cury y se quedó tan ancho como sus bolsillos), y a Vitor Roque se le conectó con compatriot­as inolvidabl­es como Romário, Rivaldo, Ronaldo o Ronaldinho. En la desvergüen­za de estas operacione­s y el embustero aparato propagandí­stico que las acompaña se encuentra la explicació­n de gran parte de la crítica situación económica del Barça. No es un problema de cambio de modelo de propiedad. Se trata simplement­e de no expoliarla.

Posdata: en una adquisició­n como la de Vitor Roque, un representa­nte puede llegar a llevarse un 10% adicional del total de la operación y del sueldo del jugador comprado. Esto no es una informació­n oficial, porque el club hace tiempo que optó por la opacidad ante los socios pese a que estos son los propietari­os del club. Es un dato orientativ­o.

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Alex Caparros / Getty João Félix recibió algunos pitos al ser sustituido por Vitor Roque
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