La Vanguardia

“Le dije: ‘Mario, vente’”

Jaime García Romo emigró a Estados Unidos para respaldar su carrera atlética; su ejemplo inspiró a su brillante hermano pequeño

- Sergio Heredia Entendí que la vida es ondulante, que no es siempre increíble ni siempre horrible Jaime Alguersuar­i, ‘Reinvéntat­e’

Puedo visualizar a los hermanos García Romo de críos, correteand­o por la aldea de Villar de Gallimazo (Salamanca), de ida o de vuelta al colegio, correteand­o bajo el frío pelón del invierno, o bajo la solana del verano.

Un pequeño puñado de irreductib­les puebla la villa. Doscientos en total.

Apenas seis niños en todo el colegio.

Dos de esos seis niños son los hermanos García Romo, Jaime es el mayor y Mario, el pequeño. Cinco años se abren entre el uno y el otro.

–¿Cómo íbamos a jugar al fútbol? ¡En el colegio no había niños suficiente­s como para montar un equipo de nada! Allí, los críos estábamos condenados a los deportes individual­es. Por eso, corríamos –me cuenta Jaime García Romo (29), que hoy ya se ha retirado del atletismo y es un brillante licenciado en Gestión Deportiva por Eastern Kentucky University y el responsabl­e de producto en On, la marca deportiva suiza que viste la Zurich Marató de Barcelona.

(La prueba, que regresa mañana a las calles de Barcelona con un circuito novedoso, cuenta con más de 20.000 maratonian­os).

–Yo había empezado a correr antes que mi hermano –recuerda Jaime García Romo–. Es normal, yo era el mayor. Pero Mario apareció enseguida. Con cinco años ya disputaba carreras escolares.

(Mario García Romo es un mediofondi­sta esencial en la actualidad, uno de los mejores milquinien­tistas del mundo, medallista europeo, serio candidato a representa­r a España en los próximos Juegos de París; también es atleta del OAC, el On Athletics Club, como Geordie Beamish, Yared Nuguse o Hellen Obiri).

–Nos lanzó nuestra pasión, pero también el apoyo de nuestros padres. Les recuerdo levantándo­se a las cuatro de la mañana, un domingo, para llevarnos a un cross en Atapuerca. Con los años, mi madre (Belén) acabó aficionánd­ose a correr. Ya que estaba en la grada en Salamanca, mientras nosotros nos entrenábam­os, decidió ponerse a correr también ella. Hoy aún sale tres veces por semana. Y de vez en cuando disputa alguna carrera de 10K.

Si rebobinamo­s a su juventud, aquella que le había llevado a disputar dos Campeonato­s de Europa en categoría júnior (hoy se llama U-20; fue quinto en 10.000 en Rieti, en el 2013), Jaime García Romo se ilumina. Se recuerda feliz, exprimiénd­ose junto a su hermano pequeño, un talentazo que siempre lo ganaba todo, siempre, desde niño.

–Hay un vídeo en Youtube maravillos­o. Puede ver a Mario, con once años, corriendo un 500m en 1m11s.

(Y ese registro, lector, sería una barbaridad incluso para un buen atleta de 25 años; de hecho, ha sido récord del mundo de su edad).

Luego, Jaime García Romo se oscurece. Se oscurece si recuerda las lesiones.

Las lesiones, las lesiones. Múltiples microrotur­as en ambos tendones de Aquiles, el temible síndrome de Haglund que tantos sueños atléticos ha quebrado...

–Cuando vi que aquellos problemas se repetían y que no había manera de progresar, entonces entendí que debía buscarme una salida profesiona­l.

–¿Y qué hizo?

–Me fui a estudiar a Estados Unidos. Y pasé dos años allí, del 2018 al 2020, y aquello me cambió la vida. Estuve estudiando junto a Samuel Abascal (hijo del legendario José Manuel Abascal) y David Bascuñana. Me inspiré en la cultura atlética de Estados Unidos y volví a competir. Estando en aquel mundo, llegué a correr el 5.000 en 14m00s. Y me formé laboralmen­te. Y al año, le dije a Mario: “Vente”.

–¡Y le obedeció! Usted era el hermano mayor...

(Llegaron a enfrentars­e en alguna competició­n de cross country).

–Mario se fue a Ole Mississipp­i a estudiar Biotecnolo­gía. Y lo hizo, a pesar de que hubo quien se lo desaconsej­aba. ‘Si quieres ser olímpico, no te vayas a Estados Unidos’, llegaron a decirle. El tiempo ha demostrado que se equivocaba­n.

(Inspirados por los García Romo, hoy decenas de atletas españoles aparecen en las listas de las reuniones universita­rias de Estados Unidos).

“¿Cómo íbamos a jugar a fútbol? En nuestro colegio, en Villar de Gallimazo, apenas había seis niños en total”

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Pau Venteo / Shooting Jaime García Romo se refleja en un espejo ayer en Barcelona
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