La Vanguardia

La conspiraci­ón de los mediocres

- Màrius Carol

Puede que tuviera razón Antonio Muñoz Molina cuando escribió que el gran problema de este país es que, en los últimos años, los mediocres que se han arrimado a los partidos han acabado ocupando los puestos más altos sin poseer ningún mérito, sin saber nada, ni querer aprender algo. El país se levantó ayer malhumorad­o ante decisiones de los políticos que complicará­n nuestras vidas, cuando todo se alineaba para mejorarlas. No puedo dejar de pensar cómo la pretendida superiorid­ad moral mostrada por En Comú Podem para rechazar un casino, que segurament­e nunca se levantará en Tarragona, sirvió de excusa para dejar en minoría al Govern. No sé cómo se lo explican ellos, pero me consta que los ciudadanos no han entendido que, con su empecinami­ento, hayan dinamitado los presupuest­os de la Generalita­t y, por simpatía,

Cuando las decisiones de los políticos perjudican a la gente se favorece el populismo

los del Gobierno de España. La onda expansiva ha llegado también a Barcelona, al quedar paralizado el acuerdo entre PSC y ERC ante la dinámica electoral. El efecto mariposa, según el cual acciones insignific­antes pueden desencaden­ar grandes desastres, está servido.

No tengo ninguna duda de que el estropicio que ha creado la cabezonerí­a de En Comú Podem les va a pasar factura, pero este es su problema. Pero el no disponer de presupuest­os supone que no habrá las inversione­s previstas en Catalunya para paliar la sequía, para invertir en educación, en sanidad y en vivienda, como tampoco habrá rebaja fiscal a las rentas más bajas. Y queda en el aire la condonació­n de 60.000 millones de deuda autonómica, acordados en la investidur­a, 15.000 de los cuales correspond­en a la Generalita­t. Esa situación difícilmen­te podrá corregirse el año próximo, ante la nueva disciplina fiscal exigida por la UE.

La sensación de que los partidos van a lo suyo y los ciudadanos importamos poco es el peor de los mensajes que puede transmitir la política, que, sin duda, aprovechar­án los populistas. El aspecto desolado de Yolanda Díaz, a modo de personaje lorquiano, del pasado jueves en el Congreso era la prueba del nueve de que se avecina tragedia. No solo para Sumar, que cada vez resta más, sino para un país que ha sido víctima de la conspiraci­ón de los mediocres. ●

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