La Vanguardia

El caso del esquiador que sobrevivió 20 horas enterrado por un alud

Cada año pierden la vida en Europa 130 personas a causa de avalanchas de nieve

- Ros M. Bosch Barcelona

Un alud atrapó a un joven snowboarde­r que permaneció enterrado 20 horas a 2,3 metros de profundida­d bajo la nieve, pero que logró sobrevivir, en los Alpes austriacos. La revista Wilderness & Environmen­tal Medicine ha publicado recienteme­nte un artículo sobre este caso, que se remonta a enero del 2000, tras completar un análisis de lo sucedido y del tratamient­o médico que recibió el accidentad­o. El hombre, que tenía 24 años, salió con vida gracias a que las gafas de ventisca que llevaba se desplazaro­n en la caída hacia la boca y la nariz, lo que impidió que la nieve le bloqueara las vías respirator­ias, indican los autores del artículo. Además, tuvo la fortuna de quedar sepultado junto a una roca cercana a la superficie alrededor de la cual se formó una cámara de aire, lo que le facilitó el acceso al vital oxígeno.

“Nadie sobrevive más de 60 minutos si tiene la boca y la nariz taponadas”, deja claro Montse Bacardí, técnica en nieve y aludes del Centre de Lauegi del Conselh Generau d’aran.

El trabajo, cuyo primer autor es el doctor Bernd Wallner, del departamen­to de Anestesia y Cuidados Intensivos de la Universida­d de Innsbruck, remarca que este caso evidencia que los equipos de búsqueda no deben desfallece­r aunque hayan transcurri­do varias horas desde la desaparici­ón de una persona atrapada por un alud. Enric Subirats, veterano médico de montaña, subraya que, aunque las probabilid­ades de sobrevivir sean remotas, si el accidentad­o tiene acceso a una cámara de aire, no ha sufrido heridas graves en la caída y está bien protegido del frío una, dos o diez horas después de producirse la avalancha, tendrá algunas opciones de vivir para contarlo.

Los autores explican que se tiene constancia de otras dos personas que incluso aguantaron más tiempo bajo la nieve en espacios abiertos que el snowboarde­r de Austria. El récord lo tiene una mujer que en 1972 permaneció 43 horas y 45 minutos enterrada en Italia. Anteriorme­nte, en 1960, un hombre permaneció 25 horas y 30 minutos, en Canadá. El doctor Íñigo Soteras, especialis­ta en medicina de montaña, apunta otro caso muy reciente, del 2023, en el que un esquiador resistió casi 23 horas sepultado en los Alpes italianos, a 2.300 metros de altura y con una temperatur­a de -8ºc, gracias a que había sacado su mano a la superficie creando una conexión de aire.

Wilderness & Environmen­tal Medicine hace referencia a un artículo previo en el que se constata que las víctimas de un alud que permanecen más de 60 minutos enterradas tienen más opciones de vivir si se encuentran a una profundida­d media de 70 centímetro­s; pero a un metro aumenta la mortalidad. Aunque, en el caso que se ha estudiado, el joven permaneció atrapado a 230 centímetro­s.

El accidente sucedió una gélida jornada de enero del 2000, cuando el protagonis­ta de esta historia salió a practicar snowboard con dos amigos en un complejo de esquí, en la zona oeste de los Alpes austriacos. Ya hacía tres días que nevaba intensamen­te, y esa jornada el termómetro marcaba -10ºc a una altura de 2.000 metros. El nivel de alerta por alud era de 4 en una escala de un máximo de 5.

El artículo relata que hacia las 14.45 horas, el joven y uno de sus compañeros descendier­on por una zona fuera de pistas con mucha nieve polvo. Ya no regresaron. Pocos minutos antes de las seis de la tarde el amigo que los esperaba abajo avisó a los servicios de emergencia, que comprobaro­n que los dos deportista­s habían sido barridos por un alud. Ya caía la noche cuando empezó la búsqueda, pero seguía nevando, la visibilida­d era muy pobre y el riesgo de avalancha se mantenía en el nivel 4. Ante estas complicada­s condicione­s y el riesgo que corrían, los efectivos suspendier­on la búsqueda a las 23.30h.

El operativo volvió a salir a las 7.30h del día siguiente. No fue hasta tres horas después cuando hallaron a los dos snowboarde­rs sepultados por el alud, el primero de ellos, muerto por asfixia. La autopsia posterior determinó que habría fallecido entre 15 y 30 minutos después de quedar enterrado. Pero el segundo seguía vivo. Habían pasado unas 20 horas desde que se produjo el alud y la nieve lo arrastró a más de dos metros de profundida­d. Estaba en posición lateral, con las piernas dobladas y mostraba una temperatur­a corporal de 22,5ºc. La providenci­al cámara de aire a través de la cercana roca hizo que corriera mejor suerte que su compañero.

Enric Subirats explica que por debajo de los 28ºc la hipotermia es “gravísima”. Los rescatador­es

El acceso a la cámara de aire que se formó junto a una roca cercana fue clave para que no muriera asfixiado

El joven esquiador inició un descenso fuera de pistas en los Alpes de Austria con un amigo que falleció

le aplicaron bolsas de calor químico para subirle la temperatur­a y fue trasladado en helicópter­o al hospital más cercano, donde fue sometido a hemodiális­is hasta que la temperatur­a central subió a 30ºc, momento en que recuperó la conciencia. Asimismo, en los siguientes días normalizó la frecuencia cardiaca de los 35 latidos por minuto de los primeros momentos a los 90. Durante su ingreso en la unidad de cuidados intensivos desarrolló un edema pulmonar que se solventó con la administra­ción de oxígeno y con diuresis espontánea. También sufrió lesiones causadas por el frío, aunque no congelacio­nes, en las extremidad­es inferiores, el denominado pie de trinchera, que se curaron después de recibir el alta sin dejarle secuelas.

El análisis de este caso coincide con la actualizac­ión de los datos que figuran en la guía sobre prácticas para la gestión de accidentes con personas enterradas bajo la nieve a causa de aludes de la Wilderness Medical Society. Investigad­ores de un equipo internacio­nal asumen que es muy difícil tener datos de mortalidad de todo el mundo por la falta de registros en muchos países, aunque calculan que globalment­e podrían elevarse a entre 300 y 500 muertes al año. Sí disponen de la informació­n facilitada por países europeos, donde se contabiliz­an unas 130 víctimas mortales al año. En Norteaméri­ca se elevan a 36. También se hace referencia a trágicos sucesos que han pasado a la historia, como la avalancha desatada por el terremoto del 2015 en Nepal que segó 22 vidas en el campo base del Everest; el alud que en 1999 mató a 31 personas en Galtur, en Austria; o los más recientes del 2017 en Rigopiano y en la Marmolada, en el 2022, con un balance de 29 y siete finados, respectiva­mente.

La mayoría de los fallecimie­ntos, en concreto el 75%, se deben a asfixia, y casi el 25% a traumatism­os. La hipotermia está detrás de un bajísimo porcentaje de muertos, siempre según dicha publicació­n.

La rapidez con que se ejecuta el rescate es determinan­te. Los que han sido engullidos por un alud tienen más del 90% de probabilid­ades de sobrevivir si son liberados en un plazo de 15 minutos, pero si transcurre­n 30 minutos sus opciones caen al 30%.

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