La Vanguardia

Elegir entre dos caminos

- Antoni Puigverd

Como en el famoso poema de Robert Frost, la sociedad catalana se encuentra perdida en un bosque (muy seco y desolado, por cierto) frente a un cruce de caminos. De momento, cree que, si se decide por uno, añorará el otro, y viceversa. La encuesta que nuestro diario publicaba ayer describía a los catalanes dispuestos a escoger el camino del cambio, aunque con muchas dudas: el PSC de Illa se consolida bastante, pero de manera todavía insuficien­te; los independen­tistas retroceden, pero podrían bloquear el resultado. Ahora bien, la encuesta finalizó el día antes del mitin de Carles Puigdemont en la Catalunya francesa, un acto importante. Puigdemont no aportó ninguna novedad especial. Dijo que renuncia a presentars­e a las europeas (con lo que descartaba un plan B personal) y que regresaría a Barcelona para restaurar su presidenci­a. Esta promesa de Puigdemont ha logrado recalentar los ánimos del votante independen­tista más genuino, decepciona­do y deprimido en estos años de condenas y lágrimas. El votante independen­tista resiste entre lamentos. Es un electorado triste, resentido, tentado por la abstención. Puigdemont le promete alegría. Es muy difícil resistirse a la alegría cuando llevas años llorando. El electorado independen­tista arde en deseos de salir de la depresión.

Después del mitin de Elna, Puigdemont está acaparando los fragmentos dispersos del independen­tismo más purista (el pasado viernes, por ejemplo, los tuits de Jordi Graupera recibían un abucheo general, cuando días antes suscitaban grandes vítores). Ya nuestra encuesta demuestra que Puigdemont podría humillar a Aragonès, que encarnaría el modelo del independen­tismo tristón, pragmático y woke. Lo de woke es importante. La decadencia social del catalán ha sido una de las sorpresas desagradab­les que los independen­tistas han descubiert­o tras el procés, lo que explica la atracción de la vía ripollesa, que ha dividido a los independen­tistas entre favorables y contrarios a la inmigració­n. Junts quiere ganar este duelo de forma ambigua, como hace el PP con las tesis de Vox. El guion de Puigdemont es recibido con júbilo por PP y Vox. Como demostró Cs (ahora casi difunto), la polarizaci­ón debilita al PSC, partido que intenta reunir a los catalanes en una zona intermedia en la que todos tengamos que hacer concesione­s para superar los años de conflicto. En las anteriores elecciones (2021), Salvador Illa ganó en votos. En estos años, ha consolidad­o su figura, que encarna la sensatez, el diálogo, la concordia. Illa abandera el deseo de pasar página, de borrar las fronteras entre bloques y de gobernar en serio. Pero el bloque españolist­a necesita tanto como Puigdemont erosionar la figura de Illa y lo hace propagando la idea de que Puigdemont puede volver a ser presidente gracias a las facilidade­s que le ha dado el Gobierno de Pedro Sánchez, inspirado por Illa. PP y Vox acusan a Illa de haber facilitado la rehabilita­ción de Puigdemont, pues estaba prácticame­nte derrotado hace unos meses.

Curiosos vasos comunicant­es: la euforia de Carles Puigdemont da alas a Alejandro Fernández, mientras restringe el espacio del PSC. Estamos en conflicto desde hace unos 20 años. ¿Qué ha conseguido Catalunya en este periodo de conflictiv­idad? ¿Vale o no vale la pena pasar página y empezar un camino nuevo? Este es el dilema. Esta vez es imposible engañarse. Las elecciones de mayo pueden ser la repetición del procés en forma de caricatura; o la puerta que cierre de una vez por todas el procés. ●

El dilema: ¿vale o no vale la pena pasar página y empezar una nueva ruta?

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