La Vanguardia

Anfibologí­a de Santiago Pedraz

- Pedro Vallín

Está la sociedad digital en armas – a favor y en contra– por el cierre cautelar de Telegram que el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha ordenado aplicar a las operadoras de redes. El magistrado se ha enfadado con la empresa porque lleva casi un año pidiendo que identifiqu­e a usuarios que presuntame­nte comparten contenidos violando la propiedad intelectua­l y la compañía, residencia­da en las Islas Vírgenes, le viene contestand­o, por resumirlo en la lengua ad hoc, “jaja pa k kieres saber eso salu2”.

Esta impotencia para perseguir judicialme­nte las violacione­s de la propiedad intelectua­l es tan vieja como internet y provocó más de una década de litigios que terminaron en cambios severos en la legislació­n. En el caso español, trajo la aprobación, a principios del 2011, de la controvert­ida ley Sinde. La irritación que causó la ley entre los nativos digitales fue de tal envergadur­a que, aunque la mayoría lo han olvidado –y otros han procurado que se olvide–, es el desencaden­ante del 15-M, que se larvó en foros y agregadore­s digitales durante meses antes de emerger como una formidable rebelión generacion­al en la Puerta del Sol.

Pero, si la distribuci­ón de propiedad intelectua­l ajena es una clara violación de derechos comerciale­s, ¿por qué hubo que cambiar las leyes para poder perseguirl­a? Esa es la cuestión central. Pues porque no todos los derechos tienen igual jerarquía constituci­onal, y el derecho a la informació­n, el secreto de las comunicaci­ones y la libertad de expresión son derechos del título primero y por tanto son preeminent­es respecto a los derechos comerciale­s. A efectos constituci­onales, una web es una publicació­n y por tanto está protegida por ese título primero de la Constituci­ón. Dicho de otro modo, cerrar un periódico en una democracia liberal es muy difícil, hasta el punto de que el exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón tuvo que ponerse creativo –por decirlo con cortesía– para cerrar Egin y Egunkaria.

Pero los oligopolio­s que operan nuestra vida digital –Telegram, como todos los demás– abusan de su condición global y de la posibilida­d de burlar, mediante nodos operados fuera de un país, cualquier jurisdicci­ón estatal. Así que Pedraz está garzonizan­do su jurisdicci­ón, por así decir, para plantar cara a una compañía que da servicio a ocho millones de españoles, suspendien­do cautelarme­nte sus operacione­s en España, en tanto atiende sus requerimie­ntos.

Que pueda hacerlo no es debate, puesto que lo está haciendo. Que deba es otra cosa. Hollamos el terreno espeso de la legitimida­d. No hay que olvidar que este David que pretende hacer hincar la rodilla a Goliat no actúa en el marco de una operación antiterror­ista para protegerno­s a todos, sino en defensa de los intereses de grandes conglomera­dos que operan los derechos del fútbol y a los que sisan por Telegram. En la balanza, las comunicaci­ones de todos y el robo a los mercaderes, cerrar las fronteras buscando tabaco de contraband­o. Quizá sea esta la mejor batalla por la peor causa. ●

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain