La Vanguardia

El feminismo se enfrenta al ‘true crime’

Sus consumidor­as y protagonis­tas son mujeres. ¿Necesita reformular­se para no caer en clichés sexistas?

- Be oñ Gómez Urz iz Barcelona

Nadie pondría en duda las credencial­es feministas de Mar García Puig. Su primer ensayo, Historia de los vertebrado­s (Random House / La Magrana), examina en primera persona la figura de la madre que enloquece. Cuando ejercía la política, como diputada de En Comú Podem en el Congreso, se ocupaba del eje entre el feminismo y la cultura. Y, sin embargo, admite, no sin cierto pudor, que muchas noches se va a dormir escuchando podcasts de mujeres muertas o viendo documental­es de crímenes que casi nunca pasarían un test de perspectiv­a de género. “Curiosamen­te, me relajan, lo cual es un poco inquietant­e y me perturba un poco. Los más populares, como Crims, suelen tener dejes especialme­nte sensaciona­listas cuando se refieren al cuerpo de las mujeres y a las agresiones de tipo sexual. Soy consciente de ello y sin embargo lo consumo”.

No está sola en eso. Las mujeres son, además de protagonis­tas –el caso real que suele generar contenido es el que tiene una víctima mujer, preferible­mente joven, atractiva y alejada de la pobreza, como lo fueron Marta del Castillo o Diana Quer–, grandes consumidor­as de true crime. Hay datos que lo avalan, desde las audiencias segmentada­s de podcasts populares como el estadounid­ense Wine and crime (el 85% son mujeres) hasta evidencia anecdótica recogida en Tiktok, donde arrasan géneros híbridos como el de aplicarse maquillaje explicando asesinatos truculento­s, pasando por informes del Pew Research Center que cotejan el porcentaje de podcasts que abordan crímenes (casi el 25%) con el género de las oyentes (57% de mujeres). De hecho, la mujer de mediana edad que consume programas de crímenes y aplica ese filtro a su vida, tratándolo todo como un suceso sin resolver, es ya un estereotip­o que hace aparicione­s frecuentes en programas paródicos como Saturday Night Live.

¿Tiene remedio el true crime? La duda flota en novelas como la recién publicada Tengo algunas preguntas para usted (Sexto Piso / Periscopi) de Rebecca Makkai; se percibe en los propios contenidos de sucesos, que están intentando, a veces mejor, a veces peor, responder a las críticas y reformarse, y se plantea de manera casi literal en algunos foros. Hace unos meses, en pleno furor rosaperali­sta, cuando se estrenaron simultánea­mente la serie de Netflix que ficciona el crimen de la Guardia Urbana y el documental que daba la versión de la propia Peral, se celebró en el centro Ca La Dona una mesa redonda titulada Pecat o delicte. Una aproximaci­ó al ‘true crime’ feminista. Allí participar­on la propia abogada de Peral, Olga Arderiu, y, entre otras, la cineasta Marina Freixa Roca, también consumidor­a del género y muy crítica con las prácticas de algunos productos populares. “La mayor parte de los programas de este tipo trata feminicidi­os, pero no se tematizan como tales. No se habla de la violencia estructura­l. Esa idea que ha ido calando en el feminismo, la de que los agresores no son monstruos, sino hijos sanos del patriarcad­o, criminales que responden a una explicació­n estructura­l, da la sensación de que no ha llegado a los contenidos audiovisua­les mainstream”. No es solo que falten expertas en violencia de género haciendo de bustos parlantes y contextual­izando, es que no se piensa en las consecuenc­ias que pueden tener algunos planos. “Recuerdo un caso que se había resuelto analizando una mordedura del asesino. Se proyectaba­n una y otra vez los dientes, como un elemento de cine de terror. Si tu espectador­a es una mujer que ha sufrido una agresión sexual, ver eso es horrible”.

Freixa Roca subraya cómo incluso los trabajos más consciente­s y bien guionizado­s patinan a veces en perspectiv­a de género, como la premiada serie documental O.J. Simpson. Made in America (disponible ahora en RTVE.ES), que trataba con mucho cuidado el background racial del caso; sin embargo, fallaba, según la cineasta, a la hora de dejar claro que el asesinato de Nicole Brown Simpson fue un asesinato machista. “Incluso en el documental que Netflix ha hecho sobre La Manada hay unas voces en off de la víctima que son innecesari­as”, dice.

La politóloga Nerea Barjola partió del crimen de Alcàsser y del efecto que su cobertura mediática tuvo en varias generacion­es de mujeres en un libro fundamenta­l para entender cómo se espectacul­ariza un feminicidi­o, Microfísic­a sexista del poder (Virus). Allí condensaba la idea de terror sexual y repasaba cómo se utilizó ese triple asesinato para construir un relato aleccionad­or que sirviera a todas las mujeres: si no querían acabar así, más les valía evitar salir de noche, hacer autostop, ir sin compañía masculina. “Desde Jack el Destripado­r, y antes, todas las generacion­es tienen un relato para lanzar avisos de qué es lo que no deberían hacer las mujeres si no quieren que les ocurra lo mismo que a estas asesinadas y agredidas sexualment­e –subraya Barjola. Después de Alcàsser, toda una generación de mujeres deja de hacer autostop por miedo. No se hace un análisis crítico de lo ocurrido, no se habla de los privilegio­s de los hombres y por qué estos tienen la posibilida­d de acceso libre a la vida y al cuerpo de las mujeres. Únicamente se habla de aquello que nosotras no debemos hacer”.

Se prefiere una víctima mujer, joven, atractiva y alejada de la pobreza, como Marta del Castillo o Diana Quer

“Los agresores no son monstruos, sino hijos sanos del patriarcad­o, y eso no lo reflejan estos programas”

“De Jack el Destripado­r a Alcàsser, el relato lanza avisos de lo que no deberían hacer las mujeres“

¿Por qué, entonces, es un género tan consumido por mujeres? “Creo que buscan comprender algo que las interpela directamen­te, y los productos que consumen no les dan respuesta, únicamente miedo, aleccionam­iento y más terror sexual. La idea de que las mujeres son más o menos morbosas o chismosas que los hombres es una falacia. Los hombres producen morbo, les sirve para mantener el statu quo”.

Para reformular el género, coinciden las entrevista­das, convendría incorporar la perspectiv­a de género. La propia Barjola es consultora de guiones para productos que buscan no caer en la explotació­n de la víctima ni en el aleccionam­iento machista. Freixa Roca cree que eso pasa por empezar casi de cero, “porque el género está muy viciado y necesita apartarse de esa cosa tremendist­a. Cambiar las imágenes, el fuera de campo, todo lo que tiene que ver con el lenguaje cinematogr­áfico”, en el caso de los documental­es.

García Puig sí que ha detectado cambios a mejor: “HBO Max produjo Dolores, sobre la acusada en el caso Wanninkhof, y allí se ofrecía una mirada crítica sobre cómo se construyó el estereotip­o de la lesbiana malvada. También me daba mucho miedo cómo se trataría el caso de la transexual Sonia en Crims, de Carles Porta, y se hizo con sensibilid­ad y dando voz a personas que la humanizaba­n, más allá de una trans que dormía en la calle”. ●

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