Turbulenta armonía
Cuarenta años después de su nacimiento artístico, Jim y William Reid siguen gozando de excelente salud musical, y valga el manido tópico. Esta celebración –que completan con la publicación de un libro, un documental y una inminente gira– la visten sonoramente con una obra que les sigue mostrando reacios a la convención, y donde dan cabida a las armas más reconocibles y eficaces de su vocabulario, así como a una serie de nuevas ideas. Y todo ello lo materializan en una bienvenida combinación de madurez y cierta sofisticación sonora. Todo ello viene a significar que en algunos momentos de Glasgow eyes son reconocibles los ecos de unos Suicide o de los Kraftwerk.
Los escoceses hermanos Reid ofrecen un muestrario donde la relectura de esas influencias adquiere personalidad propia, como es el caso de un par de sobresalientes piezas como Mediterranean X film y Silver strings, donde destacan las atmósferas cinemáticas de tinte más bien sombrío. En otra vía, e igual de acertada, habría que situar a The Eagles and The Beatles, una pieza con vocación emblemática que supura un glam punk de alto calibre y que trae a la mente al Iggy Pop setentero. Aunque, para una clara seña de fidelidad al sonido de la banda, nada mejor que Chemical animal, que emana esa energía tan musculosa como oscura. Esta encomiable actitud de renovación y a la vez fidelidad tiene especial relieve tratándose de una banda convulsa, con separación y reunificación en el 2007. De hecho, este es el segundo álbum desde entonces..., y que duren.