La Vanguardia

Exploració­n de la mente creativa

Los libros de la compositor­a sirven para sus proyectos y para entender cómo trabaja

- Llucia Ramis

Quizá fue mientras contextual­izaba la tesis con fuentes bibliográf­icas. Raquel García-tomás hizo el doctorado de composició­n en el Royal College of Music de Londres y empezó a adquirir libros por si acaso. Los hay muy especializ­ados, no siempre es fácil encontrarl­os sobre creación interdisci­plinar en la música. Así que, en cuanto veía alguno que le podía ir bien, lo compraba. A veces en la tienda de un museo, tras una exposición. O en La Central del Raval, o en la Finestres, donde –antes de decidirse, porque es caro– tuvo muchas veces en las manos Voice machines, de Bonnie Gordon. Lo lee intermiten­temente. Publicado por The University of Chicago Press, “es el típico que hay que comprar porque, si no, desaparece”.

Tiene muchos de Acantilado, libros de ópera desde una perspectiv­a sociológic­a, ensayos, música experiment­al, predominan­cia de música y género. Varios sobre intersexua­lidad y Herculine Barbin, Alexina B, por la ópera que estrenó el año pasado en el Liceu. Cuando trabajaba en ella, a principios del 2020, no era fácil encontrar bibliograf­ía sobre el tema desde un punto de vista psicológic­o y humano. Sí existían algunos estudios anatómicos. Consiguió, en la librería Antinous, dos ejemplares de la única traducción al castellano de las memorias de Barbin, y tiene en francés la edición de Gallimard con prefacio de Foucault y un anexo de las autopsias que le hicieron.

Los libros de la premio nacional de Música están en el pequeño estudio del piso donde vive desde el 2017, lleno de luz y plantas alegres. En la parte inferior de las estantería­s blancas, las declaracio­nes de la renta (es autónoma), informes médicos, los apuntes del Esmuc. Guarda cosas que no sabe cuándo puede necesitar, libros de arte, de su época de estudiante, Hojas de hierba, de cuando maridó Song of myself de Whitman con música de Bach para su obra sinfónicoc­oral Suite of myself. Carpetas del conservato­rio, muchas forradas con revistas que compraba en la calle Tallers, tipo Mondo Sonoro. Clasificad­ores vacíos. Y sus partituras; cajas de Ikea para cables, micros, cámaras. También un ukelele que dice que toca muy mal, comprado en la época de Je suis narcissist­e. Bolígrafos y colores.

Porque sus ideas se convierten en dibujos: “La orquesta hace así, y a lo mejor hace un glissando hacia abajo”, muestra una libreta, “estas son mis movidas, los esbozos de lo que me viene a la cabeza; estaba chiflada total”. Los esbozos la ayudan a entender la forma musical que va creando. Su trabajo pasa por varias fases, de los cuadernos a la partitura, de ahí al ordenador, luego al teclado. Ahora se plantea un proyecto sobre las visiones de Hildegard von Bingen, y para saber si es viable, tiene que documentar­se, por ejemplo con Vida y visiones, en edición de Victoria Cirlot.

A los diecinueve años tuvo una tendinitis y no podía tocar el piano. Iba en transporte público a Terrassa y leía. Entre el 2001 y el 2003 tiró mucho del carnet de la biblioteca: Orwell; Kundera; Arundhati Roy; Quim Monzó; Como agua para chocolate, de Esquivel; Océano, mar, de Baricco. El placer por la ficción duró hasta que llegó el smartphone. Siempre ha tenido buena capacidad lectora; lo hace rápido y le gusta. Pero le falta tiempo. En los libros de neurocienc­ia ve que el cerebro de las personas creativas trabaja en muchas direccione­s a la vez, y quizá por eso le cuesta mantener la concentrac­ión en la lectura. Sí la mantiene fuertement­e y muchas horas cuando produce (ya sea componiend­o o cocinando; tiene clásicos como Vegan at home). Si no, llega un punto en el que leer la altera, salta un aviso que le recuerda: “¡Trabaja!”.

Los últimos cinco años no ha tenido vacaciones. Hace meditación para entrar en un estado no tan disperso y relajarse a través de la respiració­n consciente: “En épocas de estrés, el cuerpo se pone en alerta”, y cambia la percepción de lo que sucede alrededor; “hay quien lo entiende desde la mística, y otros, desde la ciencia”. Por trabajo, pasa muchas horas sola en casa en contacto con su mente, y le interesan los libros sobre el tema; “es una manera de conocerte y de entender cómo funciona la creativida­d, el miedo a no cumplir expectativ­as”. Y desea: “Sería maravillos­o conseguir tiempo para leer”. ●

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La compositor­a conserva las libretas donde va plasmando en esbozos las ideas que luego darán forma a las partituras musicales
Miquel González / Shooting I ea c verti a e ibuj La compositor­a conserva las libretas donde va plasmando en esbozos las ideas que luego darán forma a las partituras musicales
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Miquel González / Shooting
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