La Vanguardia

Vinícius y el ejemplo de Pelé

- Joaquín Luna

Doy por hecho que Pelé, el más grande futbolista negro del mundo y de Brasil, sufrió insultos racistas a lo largo de sus más de veinte años de carrera. Vistos con los ojos de hoy, los públicos de su época –desde el Mundial de Suecia del 58 al triunfal de México’70– podían alcanzar cotas de crueldad hoy inimaginab­les (el más mínimo defecto físico era motivo de escarnio, no digamos ya ser negro o haber sido engañado por la esposa). De lo que sí doy fe es que Pelé sufrió cazas al hombre, algunas tan despiadada­s como la de los defensas de Portugal en el Mundial de Inglaterra de 1966. Brasil, vigente campeón, quedó eliminado y Pelé salió cojo del campo...

Vinícius ha mostrado el drama que vive con esas lágrimas en vivo y en directo ante los medios de comunicaci­ón de todo el globo. “Solo quiero jugar al fútbol”, dijo, como si no lo hiciera –y extraordin­ariamente–. No está solo: ha conseguido convertir su drama en asunto de Estado y de Lula da Silva, de ahí el amistoso de anoche en el Santiago Bernabéu.

¿Y ahora qué? Ningún futbolista negro sufre en España tanto como él (y hemos tenido decenas de jugadores brasileños negros). El racismo existe, sí. Desde el partido de València del pasado mayo, Mestalla en apuros, la tormenta perfecta, con aficionado­s detenidos, los públicos hicieron examen de conciencia y rebajaron su animadvers­ión, cosa que no incluye a los contados espectador­es para los que no hay reformator­io capaz de cambiarlos. Desde Brasil llovieron las críticas e incluso se generalizó que España era un país racista.

Desde entonces, uno no está muy seguro de que Vinícius haya hecho todo lo posible por su parte para la causa que persigue. Es posible que algunos rivales sigan provocándo­le y cosas por el estilo, pero Vinícius ha mostrado, con excesiva frecuencia, una propensión a enzarzarse con los rivales –desplantes incluidos–, a protestar en exceso a los árbitros y a gesticular más de lo razonable frente a frente de las gradas. ¿Justifica eso un insulto racista? No, claro. Pero complica la tarea de discernir si a Vinícius se le persigue por negro o, simplement­e, se le abuchea por provocador.

El espejo de Vinícius debería de ser Pelé, cosido a patadas, pero nunca afligido ni mucho menos dispuesto a renunciar a la razón de su vida: el fútbol. Marcó más de mil goles, pero ninguno lo celebró dirigiéndo­se al público rival con ganas de bronca (la manera de celebrar los goles hoy daría para una tesis, y no es el caso). Si Vinícius quiere abanderar la causa del racismo, no basta con que exija a los demás el respeto que merece. También lo tiene que dar él a rivales y públicos.

Pelé marcó más de mil goles y ninguno lo celebró con gestos provocador­es al público

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