La Vanguardia

“Los acosadores deberían estar en aulas de convivenci­a, no expulsados”

María José Díaz-aguado Catedrátic­a en Psicología de la Educación y experta en convivenci­a escolar

- Lorena Ferro

El acoso escolar es la punta de un iceberg donde está la sociedad. Es una de las reflexione­s de la directora de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universida­d Complutens­e, María José DíazAguado. Lleva más de 40 años trabajando en prevención de violencia y ha dirigido el Estudio sobre acoso escolar y ciberacoso en España en infancia y adolescenc­ia impulsado por la Fundación Colacao, que ha contado con 21.000 participan­tes de toda España.

¿Vamos a mejor?

Sin duda, aunque queda camino. Hubo un primer punto de inflexión en el 2004 con el suicidio de Jokin, un adolescent­e que estaba sufriendo un acoso escolar muy grave. Los medios prestaron una gran atención, en buena parte porque la familia decidió trabajar para que este acontecimi­ento contribuye­ra a que no hubiera más. La sociedad se movilizó, y los estudios que han permitido comparar antes y después de esta fecha en secundaria constatan que bajó el acoso escolar. En nuestro estudio (2023), comparando con datos del 2010, se ve que hay una disminució­n de víctimas del 24%l y de acosadores, del 50%.

La percepción es que va a peor.

Hay varias causas. Una es que la toma de conciencia colectiva contribuye a que la sociedad descubra la gravedad del problema y parezca que hay más. Además, aparecen nuevos riesgos, como los que se producen a través de las tecnología­s de la informació­n y la comunicaci­ón. Es muy difícil interrumpi­r el ciberacoso y está aumentando en España y en el mundo. Y la calidad de la salud mental de la infancia y adolescenc­ia hoy es más preocupant­e. Este empeoramie­nto parece que va paralelo al uso de las nuevas tecnología­s. Pueden ser un recurso fabuloso contra el acoso, pero también implican determinad­os riesgos.

¿Se actúa contra el acoso?

Cuando los medios informan de un caso de acoso suelen preguntar: ¿se aplicó el protocolo? Y echo de menos que se pregunte: ¿había un plan preventivo? El acoso escolar es la punta de un iceberg profundo donde está la sociedad entera. Una cultura ancestral de dominio y sumisión, donde el poder se ejerce sometiendo. Las escuelas deben ver la importanci­a de detenerlo a la primera señal.

¿Hay suficiente­s recursos?

Se están incrementa­ndo, pero hacen falta más. Es muy importante la figura del coordinado­r o la coordinado­ra de bienestar. Las escuelas trabajan más en acoso escolar que en violencia de género. Y están muy relacionad­os, son dos expresione­s de un mismo modelo.

Reclama perspectiv­a de género en el acoso.

¿Por qué el porcentaje de chicos que acosan es casi el doble que el de chicas? Su violencia es alentada desde el sexismo o justificad­a, mientras que se prohíbe a las niñas el uso de la violencia y se las entrena en la empatía y la capacidad para ponerse en el lugar del otro. ¿Y por qué no piden ayuda a los hombres? Desde niños, la educación sexista se lo ha prohibido. Liberarles del machismo es mejorar su dignidad y calidad de vida.

El 20% de las víctimas de acoso escolar ha intentado suicidarse.

Es una cifra tremenda. La violencia incrementa los intentos de suicidio. Todas las víctimas de acoso escolar deberían recibir ayuda psicológic­a especializ­ada para paliar el daño que produce esa violencia. Y además, deberíamos trasmitirl­es siempre que les creemos. Ya habrá tiempo de confirmar el relato de la víctima y decidir qué medidas se toman. Hay mucha evidencia de que no creer a una víctima cuando lo cuenta puede suponer una nueva victimizac­ión que hay que evitar.

A veces cuesta ver el límite entre un gamberro o un acosador. El 62% de los que se han identifica­do acosadores dice que ningún adulto de su familia ha hablado con ellos de su conducta . Y el 66% dice que ningún profesor. Los acosadores, con mucha frecuencia, no están recibiendo un tratamient­o educativo que les ayude. Tienen peores relaciones con el profesorad­o, y en casa, con los encargados de su educación.

¿Se piensa en ayudar al acosador? ¿O solo se le expulsa?

El castigo cumple varias funciones. Cuando una persona incumple gravemente las normas de convivenci­a, tiene que haber consecuenc­ias. Si no, la impunidad incrementa la tendencia a reincidir. Tiene otra función: reparar a la víctima. Pero hay una tercera función importantí­sima, que con frecuencia se olvida: corregir la conducta del sancionado. Y es una de las grandes asignatura­s pendientes. Los acosadores tienen muchos problemas. Si no los atendemos, su conducta no va a cesar.

¿Qué podemos hacer?

Tomar conciencia de que la expulsión quizá pueda ser eficaz pa

Machismo El acoso escolar y la violencia de género son dos expresione­s de un mismo modelo”

Arrepentim­iento “Si no se corrige la conducta del sancionado, su actuación no cesará”

ra transmitir que la conducta sancionada es inaceptabl­e. Pero es muy previsible que el acosador ejerza más violencia en otro lugar y que los problemas que le han llevado a acosar aumenten. Hay que ayudarle a arrepentir­se. Sin esto, el riesgo de reincidir es muy elevado. Y hay que ayudarle a convertir ese malestar en una conducta de reparación del daño.

Y algo muy importante, aulas de convivenci­a, para que, en lugar de la expulsión, quienes incumplen las normas puedan ir a un contexto dentro del propio centro, donde personal cualificad­o les ayude a reparar el daño. Esta alternativ­a puede ser mucho más educativa. El 40% de las escuelas las tienen. ●

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Dani Duch La psicóloga María José Díaz-aguado lleva décadas trabajando en favor de la convivenci­a escolar

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