La Vanguardia

“La utopía es la lucha del presente por el sentido del futuro”

- Lluís Amiguet

Tengo 70 años: veo ya más vida detrás que delante, por eso acelero. Nací en Recife, Brasil: en los foros de Porto Alegre propusimos un desarrollo sostenible que hoy intentan convertir en ‘greenwashi­ng’. Tengo pareja y dos hijos. He disertado en el 50.º aniversari­o de la facultad de Geografía e Historia de la UB

Por qué se hizo usted antropólog­o? Porque me hice preguntas sobre el ser humano y aún me las hago. ¿Qué es ser humano? El ser humano lo es porque ambiciona. El Homo sapiens es una especie invasora. Desde que existe se expandió por todo el planeta. Y, dentro de la especie, Rousseau decía que desde que el primer impostor cercó con una valla un pedazo de tierra y proclamó “es mía” empezó el problema.

¿Cuál es el problema?

Estaba hablando de la propiedad privada, que no era en absoluta consustanc­ial a la especie, sino al contrario: los nativos de América, que conozco bien, no tenían ninguna noción de propiedad...

¿Por qué hoy nos parece esa propiedad consustanc­ial al hecho de ser humanos? Porque las élites de la especie nos la hacen ver así y convierten la propiedad en su modo de acumular poder sobre los demás y sobre el planeta y transmitir­lo. Pero el planeta tiene sus límites y ya no puede satisfacer esa pulsión de acumulació­n infinita, que por eso ahora pone en peligro a todos los humanos.

¿La propiedad privada, la familia, el Estado... fueron sustituyen­do a la tribu?

Y nacieron los imperios: los antropólog­os intentamos explicar esa cadena de sentidos desde el poder micro al macro. Y ahora estamos asistiendo a un cambio del sistema imperial contemporá­neo.

¿En qué sentido?

Creo que el imperio americano está en decadencia...

Tal vez decaiga, pero no acaba de caer... Paul Kennedy lo explica con una simple proporción: cuando mantener un imperio cuesta más que lo que extraes de él, entra en decadencia. Y EE.UU. está en decadencia por eso mismo: gasta más de lo que gana.

Su deuda es gigantesca, pero también son muchos los dispuestos a financiarl­a.

Esa decadencia americana ha dado paso a la emergencia de China, y Rusia sigue ahí...

Rusia es en términos de PIB y población, en comparació­n, mucho más decadente. Pero es decadente con un gran arsenal nuclear y precisamen­te los imperios en decadencia son los más agresivos y peligrosos para la estabilida­d mundial.

¿La transición imperial define esta época? Yo diría que sobre todo vivimos una crisis utópica que define nuestro modo de ser sobre el planeta.

¿No somos mejores más pragmático­s? Suscribo la definición de utopía de Paul Ricoeur: es la lucha en el presente por el sentido del futuro.

¿Por qué se identifica con ella?

Porque viene a decir que si no tienes tu propia utopía, vas a acabar viviendo para realizar la de otros, aunque no te des cuenta.

¿Y estamos realizando la utopía ahora mismo de Musk y los tecnobillo­narios?

La utopía de unos, en efecto, es la distopía de otros. Y sus fortunas billonaria­s a costa de arruinar el planeta de todos es su sueño y nuestra pesadilla.

¿Si es tan funesta, por qué no nos rebelamos?

Gramsci lo explica al definir “la razón de la aceptación”. Por un lado, los aparatos represivos de los estados y, por otro, la propaganda: la publicidad de la ideología que logra que aceptemos como normal lo que no lo es y nos conformemo­s renunciand­o a algo mejor.

Pero ecologismo contra la explotació­n del planeta hay de derechas y de izquierdas.

Es un ejemplo de lo que decía Gramsci: quienes mandan logran convertir una propuesta para el beneficio común y para frenar la degradació­n del planeta de todos en propaganda para aumentar su dinero y poder...

¿En qué sentido?

Frente a la explotació­n sin límites del planeta y los recursos de todos en beneficio del capitalism­o monopolist­a de unos cuantos, propusimos un desarrollo sostenible para la prosperida­d compartida que preservara para todos y para nuestros hijos y sus hijos los recursos y la vida sobre la Tierra.

¿Cómo les han frenado?

Se han apropiado en parte del discurso ambientali­sta, que ya defendíamo­s en los Foros de Porto Alegre, pero dejándolo en marketing, en mera publicidad que no cuestiona nada: le llamamos greenwashi­ng, lavado de cara verde, pero que no cuestiona el mayor peligro que amenaza a nuestra especie...

¿Guerras, el agotamient­o de recursos...? Porque las élites no renuncian a acumular recursos sin límites. Eso es lo que el greenwashi­ng no cuestiona: dicen que hacen todo muy sostenible, pero siguen explotándo­lo todo los mismos sin ceder un ápice en su avaricia hasta dejarnos a todos sin recursos.

¿Deberíamos buscar el decrecimie­nto? Es otro error del ecologismo: no podemos ilusionar a la gente ofreciendo retroceso, sino progreso, pero compartido y sostenible. Es nuestra utopía, y si no luchamos por ella viviremos para que unos pocos realicen la suya, que es la distopía de todos.

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Xavi Jurio

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