La Vanguardia

El aria del número 58

- Clara Sanchis Mira

Dos mil tresciento­s desconocid­os, desafiándo­lo todo, nos vemos envueltos de pies a cabeza en la pasión de Bach. La Pasión según san Mateo, concretame­nte, de casi tres horas de duración. Ya no hay escapatori­a; el auditorio está abarrotado contigo dentro y tu tiempo ya no es tuyo. El tiempo está ahora en manos del genio alemán. La Orquesta Barroca de Friburgo, el coro suizo y los seis solistas nos envuelven con las vibracione­s de sus instrument­os, en un despliegue de sensualida­d sin precedente­s. El ritmo de las cuerdas avanza palpitante, los oboes entran por vena y las voces cortan el aire mientras nosotras leemos en las paredes del auditorio la traducción del relato cruel de la muerte de Jesús, que ahora mismo está maniatado: “La luna y las estrellas se ocultan”. Aún no ha sonado ningún móvil, esto es una extravagan­cia. Un acto de resistenci­a revolucion­ario.

En una butaca se atisba incluso la cabecita de una niña, criatura. “¿Sabes que puedo pedirle a mi padre doce regimiento­s de ángeles?”, canta Jesús. A una flautista se le cae la flauta. Cuatro mil ojos la observan recogerla. Me distraigo con los doce regimiento­s de ángeles, pienso si la niña también estará intentando visualizar el asunto. En una cadencia sobrecoged­ora, suena un móvil. Agitación en las butacas. El director alza las manos hacia el cielo como pidiendo paciencia divina.

Me distraigo calculando cuántas cabecitas, entre estas miles, se distraen. Seguiría distrayénd­ome con la idea de que todas están completame­nte centradas en la música menos la mía si no fuera porque una coral trepa por mis piernas. La sensualida­d sin precedente­s de esta obra bestial. No sé si este concierto eterno es una experienci­a mística, o física. Diría que es como irse a vivir un rato al corazón de Bach. Un rato largo. Siento deseos de besar a la mujer que cierra los ojos a mi izquierda. ¿Cómo pueden unas ondas acústicas provocar amor ilimitado? Siento deseos de besar al Alto cuando canta “si mis lágrimas son impotentes, toma mi corazón”. Pero Jesús expira, y suena una tos. En el breve silencio de la expiración, justo, tosecita. Casi se agradece esta bajada a la tierra porque, en el aria del número 58, la flautista, dos oboes y la soprano de voz de cristal llegan a las cimas de algo tan bello que no se puede aguantar. ●

¿Cómo pueden unas ondas acústicas provocar amor ilimitado?

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