Cabré: “No se trata solo de enseñarlo bien, sino de que se incorpore en su vida”
La presidenta del IEC cree que las escuelas necesitan objetivos claros
La presidenta del Institut d’estudis Catalans, Teresa Cabré (l’argentera, Baix Camp, 1947), enmarca la enseñanza de las lenguas en las escuelas en el retroceso del uso del catalán. Y este dato, subraya, es fundamental. La escuela debe prever esta situación social, resituarse, y comprometerse con la misión que se le encomienda: enseñar conocimientos y fomentar su uso.
A juicio de la presidenta, se intenta enseñar bien y hay campañas que recuerdan que la lengua vehicular en la escuela es el catalán. Pero la sociedad de la inmediatez no valora la lengua ni teme por su pérdida ni reconoce la labor de los profesores y los valores que transmite.
En cualquier caso, la medida para dar la vuelta a esta cuestión pasa necesariamente por implicar a los docentes. Hay algunos muy activos; otros, no tanto. “Sin una implicación del profesor de catalán, que transmita su pasión por la lengua, es difícil que los estudiantes la aprendan con entusiasmo”, asegura. En opinión de Cabré, el profesor es un agente activo de la normalización y hay que incentivarlo. Asimismo, valorar qué tipo de profesores entran.
“El Pacte Nacional per la Llengua, que es la voluntad de no perder el catalán, significa que todos los organismos deben saber que tienen que llegar a una meta determinada”, afirma. ¿Cuál es la de la escuela? “No es solo que los alumnos aprueben, sino que el catalán forme parte de sus vidas”. Para ello, la administración ha de tener ideas claras y trasladarlas al sistema. “El tema debe estar explicitado, que se sepa qué papel juega la escuela, el profesorado y, en concreto, qué se espera del profesor de catalán respecto a la lengua catalana. Esto, ahora mismo, no es así”.
Por otra parte, añade, la función de la escuela no puede banalizarse: la escuela enseña, y enseña conocimientos. “Los profesores tienen que tener un buen conocimiento de la materia, en especial de la gramática, no pueden sentirse débiles en esto”, apunta. También deben tener cultura literaria. “No puede ser que, como ocurre actualmente, los alumnos desconozcan los nombres de autores clásicos en catalán y en castellano. Eso no sucede en Francia, los conocen, los leen, se disfrazan en carnaval de sus personajes”. También está en desacuerdo con apartar lecturas porque a los estudiantes les puedan parecer antipáticas. “La misión de la escuela es que aprendan. Es verdad que ahora es más difícil ponerlo en práctica porque hay muchos niveles en un aula, llegan alumnos a mitad de curso, no entienden la lengua”.
Y también porque hay que lidiar con las familias, con una idea laxa respecto al esfuerzo y que no valoran la labor de la escuela. “Todo eso hay que contemplarlo porque, nos guste o no, es la sociedad en que vivimos”. Pero es un reto que la escuela puede asumir si no se le aparta de su función principal. “No se le pueden pedir tantas prioridades a la vez, porque dejan de serlo. Hay que ir a la raíz de los problemas que comporta la complejidad de enseñar, crear condiciones óptimas y atender los déficits metodológicos generales”. ●