La Vanguardia

Cazando fantasmas

- Josep Maria Ganyet

En el 2015, la red más pujante entre los más jóvenes era Snapchat. Mark Zuckerberg quería entender el porqué y escribió en un correo interno un corleonesc­o “habría que encontrar una nueva manera de encontrar analíticas fiables sobre ellos”. Nacía la operación Cazafantas­mas (el icono de Snapchat es un fantasma).

Los ingenieros de Facebook le respondier­on con una técnica llamada de intermedia­rio, utilizada por los hackers para intercepta­r las comunicaci­ones ajenas. Lo hicieron a través de Onavo, una empresa que Facebook había comprado en el 2013. Los usuarios que instalaban su aplicación —una especie de VPN— estaban desviando hacia los servidores de Facebook todo el tráfico de datos entre su móvil y las aplicacion­es de Snapchat, Youtube y Amazon. Entre el 2016 y el 2019, Facebook tuvo acceso a él.

En el 2016 empezaron los anni horribiles de Facebook. Lo sabemos por los documentos que se van desclasifi­cando fruto de los pleitos que tiene con la justicia. El 2016 fue el año en que la red social —y el trabajo de Cambridge Analytica— fue instrument­al en la elección de Donald Trump. También supimos que en el 2019 Facebook tenía informes de cómo su red Instagram agravaba los problemas psicológic­os de la gente joven, especialme­nte entre los 13 y los 18 años, y en particular entre las chicas. Y ahora hemos sabido que en esos mismos años espiaba a usuarios de Snapchat y que, casualment­e, la mayoría estaban en esa franja de edad. El capitalism­o de vigilancia siempre va contra los más débiles.

En su base está la desposesió­n de los datos de muchos para beneficio de unos pocos. Término acuñado por la psicóloga norteameri­cana Shoshana Zuboff, sitúa su momento cero cuando Google en el 2010 se da cuenta de que mediante lo que buscamos –lo que nos preocupa– puede predecir dónde haremos clic a continuaci­ón. Facebook perfeccion­ó el modelo; no solo adivinando el clic, sino condicioná­ndolo con lo que nos muestra en el muro.

Pero por mucho que esta apropiació­n fraudulent­a de datos nos parezca escandalos­a, es de P3 comparada con la última iteración del capitalism­o de vigilancia. Empresas como Openia no tienen ningún tipo de escrúpulo al utilizar los datos de todos para entrenar sus modelos y después cobrar por acceder a ellos. Los espectacul­ares resultados de su modelo SORA, capaz de generar vídeo realista a partir de un apunte de texto, son posibles porque se ha entrenado con millones de horas de vídeos disponible­s en linea.

Preguntaro­n recienteme­nte a su CTO Mira Murat si en el entrenamie­nto de

SORA se utilizaron vídeos con derechos; ella respondió que se utilizaron vídeos “que son accesibles públicamen­te”. Repregunta­da sobre si los vídeos eran pues de Youtube, después de una pausa muy incómoda y con una mueca en la cara dijo que “no estoy del todo segura”. CTO significa jefe de tecnología.

Un fantasma recorre la red: el fantasma del capitalism­o de vigilancia

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