La Vanguardia

Infancia desprotegi­da

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Un hombre de 43 años asesinó el martes en El Prat de Llobregat a su esposa de 42 y a sus dos hijos gemelos –niño y niña– de ocho, antes de suicidarse, echándose a la vía del tren al paso de un convoy. Al parecer, el homicida sufría una fuerte depresión y, también, problemas económicos. Con estas dos víctimas de tan corta edad son ya siete los niños que en lo que va de año han perdido la vida asesinados en España (cinco en Catalunya) por personas de su círculo íntimo que debían haber velado por su seguridad. No parece, en primera instancia, que el caso de El Prat responda exactament­e al concepto de violencia vicaria; es decir, aquella en la que los hijos a los que se mata son usados por el padre como instrument­o para causar el mayor dolor posible a la madre. Pero, aun así, los niños asesinados en El Prat son una nueva expresión de la violencia que sufren los más pequeños en el seno de familias problemáti­cas y expuestas a la violencia de género. Y también, en líneas generales, de la desprotecc­ión que padecen los menores.

En nuestra edición de ayer informábam­os a propósito de otra realidad lamentable: la de las agresiones sexuales que sufren los niños, el 90% de las cuales son cometidas por miembros de la familia, ya sean esposos o parejas de la madre, aunque también tíos, abuelos y personas con otros grados de parentesco. En el 26% de los casos estudiados, las víctimas sufrían abusos cotidianam­ente. Entre el 2019 y el 2023, el número de denuncias se incrementó en un 55%.

Tanto las agresiones contra niños con resultado de muerte como las de índole sexual son fenómenos en expansión. Lo cual nos indica que la infancia no goza de toda la protección que merece. Durante los últimos años, las institucio­nes y los colectivos feministas han hecho un gran esfuerzo pedagógico para conciencia­r a la sociedad de la gravedad de estos problemas. En las jóvenes generacion­es, esa conciencia está algo más afianzada. Pero las cifras de los casos relacionad­os con la violencia de género siguen siendo inaceptabl­emente altas.

En el caso de los niños, probableme­nte, no se ha hecho un esfuerzo de dimensione­s comparable­s. Es más, no faltan los conocedore­s de la materia que achacan esta situación actual al hecho de que su resolución no ocupa una posición muy destacada en las agendas ni en los programas de acción de las fuerzas políticas.

Obviamente, es imprescind­ible modificar este estado de cosas. No podemos asistir de brazos cruzados, impávidos, a semejante goteo de sucesos en los que las víctimas son quienes menos pueden hacer por protegerse. Es deseable, por tanto, que se analice el fenómeno con la atención que requiere y, acto seguido, que se tomen medidas urgentes para afrontarlo y reducirlo al mínimo. ●

El número de niños víctimas de distintas formas de violencia sigue creciendo

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