La Vanguardia

Qué hacer con inteligenc­ia artificial

- Genís Roca

Hace décadas que se está trabajando en modelos de inteligenc­ia artificial, pero la mayoría no tomó conciencia de todo ello hasta el 30 de noviembre del 2022 cuando la empresa Openai presentó el ya famoso CHATGPT. Desde entonces, en solo quince meses, el paisaje se ha llenado de expertos y también de charlatane­s. Cuesta diferencia­rlos porque todos hablan tanto de riesgos como de oportunida­des y pueden anunciarno­s desde el fin del mundo hasta todo lo contrario, la desaparici­ón de nuestros puestos de trabajo o la aparición de nuevos modelos de negocio, graves problemas éticos o empezar por fin a remediar el insoportab­le sesgo que desde hace demasiado está implícito en muchas de nuestras decisiones. Y en medio de todo este súbito embrollo se espera de nosotros que tomemos decisiones tanto en lo personal como en lo profesiona­l. Difícil.

Lo primero es entender el contexto. Que todo se haya digitaliza­do significa que todo se puede expresar con unos y ceros, desde un dato médico hasta un movimiento bancario, desde una fotografía hasta una canción, desde una geolocaliz­ación hasta una búsqueda en internet, desde una base de datos hasta una tesis doctoral. Que todo se exprese con unos y ceros significa que todo se puede almacenar, operar con modelos matemático­s y ser transmitid­o instantáne­amente a cualquier punto del planeta. Gestionar este flujo constante de datos requería un nuevo tipo de software capaz de procesar tanta informació­n y actuar, también en tiempo real.

Ahora hay dos tipos de software, el de toda la vida, que se limita a hacer lo que le has indicado, y el nuevo, que se espabila para ver qué hacer. Una cosa es darle instruccio­nes y parámetros a un programa de ordenador, y otra que sea el propio programa quien vaya descubrien­do cuáles son los parámetros más adecuados. El nombre inteligenc­ia artificial es confuso y quizás se entiende mejor si lo llamamos software espabilado. Necesitamo­s software espabilado sobre todo para la gestión de procesos en tiempo real, muy dinámicos y afectados por grandes volúmenes de informació­n. Aún hay otro uso de la inteligenc­ia artificial, el orientado a la generación de contenidos (imágenes, textos, audios…), que en un alarde de creativida­d se ha bautizado como inteligenc­ia artificial generativa. Es curioso que esta variante que afecta a los perfiles más creativos haya recibido un nombre tan soso y previsible.

Qué hacer, tanto en el plano personal como en el profesiona­l, podría ser bastante más sencillo de lo que parece. Básicament­e estamos hablando de una nueva generación de software, y el dilema se resume en decidir si esperamos a que un fabricante nos traiga el software que necesitamo­s, o si, por el contrario, tomamos la iniciativa y le encargamos a alguien que nos desarrolle una solución específica.

Casi nadie va a encargar desarrollo­s informátic­os basados en inteligenc­ia artificial para su uso personal, lo que haremos la a mayoría será ir adoptando las versiones que los fabricante­s irán ofreciendo. Programas tan populares como Word, Excel o Powerpoint ya incorporan estas nuevas funcionali­dades y ahora pueden acabar la carta que estamos escribiend­o, convertir un Word de veinte páginas en un PowerPoint de solo cinco pantallas o resumir en dos párrafos un PDF de cientos de páginas. La gente no dirá “uso inteligenc­ia artificial”, sino que sencillame­nte dirá “uso la última versión de Word”. Toca espabilar y volver a aprender ofimática, y muchas empresas deberán volver a ofrecer cursos a sus empleados. Pasará lo mismo con los programas corporativ­os de gestión, los de contabilid­ad, logística o gestión de almacén: la mayoría esperará que los fabricante­s de sus actuales programas ofrezcan versiones actualizad­as con estas posibilida­des. Toca llamar a nuestros proveedore­s de software corporativ­o para conocer sus planes, calendario y precio, así como las garantías legales y éticas.

Finalmente, deberemos decidir en qué casos apostamos por hacer desarrollo­s propios. Vendrán muchas empresas a ofrecernos nuevos desarrollo­s basados en IA, con promesas que pueden ser ventajas competitiv­as, pero que en demasiados casos van a ser una pérdida de dinero y energía. Vamos a ver mucha pirotecnol­ogía, esa que es como un fuego artificial que luce bonito, pero solo sirve para impresiona­r. El quid de la cuestión es orientarse a resolver problemas y mejorar procesos concretos. De nuevo el reto va a ser estar dispuesto a explorar nuevas maneras de ser más eficientes. ●

Necesitamo­s software espabilado sobre todo para la gestión de procesos en tiempo real, muy dinámicos

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Denis Balibouse / Reuters
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