Los europeos del neolítico practicaron sacrificios por asfixia durante 2.000 años
En Catalunya hay tres casos de un ritual que se inició en el este de Europa
Los rituales de sacrificios humanos por asfixia formaron parte de la tradición neolítica europea durante, como mínimo, 2.000 años. La práctica fue transcultural, según publica este miércoles un estudio de la revista Science Advances, y recorrió de punta a punta el continente europeo. Los primeros registros datan de hace 7.400 años y fueron hallados en la República Checa; los más recientes, el último de los cuales de 5.500 años de antigüedad, se han hallado en Catalunya y el sur de Francia, al suroeste continental.
“Es la primera vez que se demuestra que un tipo muy específico de sacrificio ha sido compartido por personas que viven separadas miles de kilómetros”, explica en un correo a La Vanguardia Eric Crubézy, el investigador del Centro de Antropobiología y Genómica de
Toulouse, en Francia, que ha dirigido el estudio. Responder a cómo estas distintas culturas llegaron a formas rituales tan similares es algo que los científicos no han podido hacer, y que dejan para trabajos venideros. El hallazgo parte de una investigación arqueológica en el yacimiento de Saint-paul-troisChâteaux, en Francia, a orillas del Ródano y al pie de los Alpes. Allí, en lo que parecía un silo destinado a guardar comida, los investigadores desenterraron los cuerpos de dos mujeres en posiciones poco convencionales: tendidas de espaldas o de lado, con las piernas recogidas y los tobillos por detrás de la cadera.
Esta posición sugiere que murieron por asfixia, víctimas de una práctica llamada estrangulación a lazo, en la que se ata una cuerda a tobillos y cuello de la víctima para que muera ahogada cuando relaja las piernas. La técnica se caracteriza por su crueldad, explican los investigadores, hasta el punto que la mafia la utiliza hoy para castigar a quienes considera traidores. En el silo había los restos de una tercera mujer, situada entre las otras dos, que los investigadores creen que fue enterrada viva.
Estas muertes violentas se dieron bajo el cobijo de una estructura arquitectónica orientada hacia los solsticios de invierno y verano, que simboliza el ciclo agrícola. La ubicación, junto a la posición anatómica de los restos, llevó a los investigadores a pensar que lo que habían hallado no era una tumba corriente, sino un puesto de sacrificios humanos donde los habitantes neolíticos del valle veneraban la seguridad alimentaria y el éxito agrícola.
Para dar algo de contexto a su hallazgo, buscaron si otras investigaciones de yacimientos similares – sociedades agrícolas neolíticas asentadas a orillas de un río– habían encontrado algunos restos de características parecidas. La revisión de la literatura científica reveló al menos otros 18 casos parecidos (9 hombres, 4 mujeres, un individuo sin género definido y 4 niños), distribuidos en trece yacimientos a lo largo y ancho del continente europeo, desde la República Checa hasta Catalunya.
La cifra podría ser mucho mayor. “La posición de los sujetos es lo único que sugiere este tipo de sacrificio, lo que implica que solo pudimos respaldarnos en yacimientos debidamente excavados y bien documentados”, apunta Crubézy. “Seguro que hay más de 20 casos en Europa, y no hay duda de que los arqueólogos encontrarán nuevos pronto”, concluye.
Además de la postura, los científicos han analizado, en los casos en los que la evidencia era lo suficientemente detallada, el contexto arqueológico del yacimiento. Ello ha revelado que doce de los cuerpos fueron hallados en silos que, como en el caso francés, también parecían destinados a almacenar comida. Y en por lo menos diez de las excavaciones la tumba distaba mu
El descubrimiento deja sin responder cómo se produjo este método en sociedades separadas miles de kilómetros
cho de las habituales de la época. Estos detalles suman evidencia a favor de que esos individuos murieron como parte de un ritual.
La diversidad geográfica en la que los investigadores han encontrado estos restos y el amplio período de tiempo del que datan, revela los rituales de sacrificio humano por asfixia como un “fenómeno transcultural”, apuntan. Es decir, que los sacrificios se dieron en comunidades neolíticas de culturas diversas, caracterizadas previamente en base a los restos de cerámica hallados en cada yacimiento.
Entender con más detalle la aparición, proliferación y distribución de estos rituales, en cierto modo religiosos, requerirá de estudios interdisciplinares, aseveran los autores, que incluyan a antropólogos, expertos en el Neolítico y forenses. Hacerlo es clave para comprender mejor las sociedades del pasado, y su relación con el poder, la agricultura y la religión. ●