La Vanguardia

El olvido reparador

- Juan Carlos Olivares

Lluna plena ★★★★✩

Autoría: Aki Shimazaki

Adaptación y dirección: Àlex Rigola Intérprete­s: Andreu Benito, Lluïsa Castell, Miranda Gas, Pep Munné

Lugar y fecha: Heartbreak Hotel (07/ IV/2024).

En el Heartbreak Hotel ha florecido un cerezo. Escultóric­o y artificial como un bonsái. Bajo sus delicados pétalos rosados de tela se cobija la historia de Tetsuo y Fujiko, la pareja protagonis­ta de Semi, de la escritora japonesa-canadiense Aki Shimazaki (Gifu, 1954). Los japoneses llaman semi a las chicharras, insecto que pasa más tiempo en su letargo bajo tierra que bajo la luz del sol. La adaptación teatral de ¿lex Rigola lleva por título Lluna plena, como la traducción española de esta novela corta. La chicharra como metáfora de la brevedad de la vida; la luna llena de la fertilidad y de su influjo disruptivo en vidas desdichada­s.

Rigola ha cogido la elaborada simplicida­d de la autora para reconstrui­r con Lluïsa Castell (Fujiko), Andreu Benito (Tetsuo), Miranda Gas y Pep Munné la historia de una pareja que lleva casada cuarenta años y se ha retirado a una residencia por el alzheimer que padece ella. Una mañana Fujiko ya no reconoce a Tetsuo. Solo se recuerda soltera, sin marido ni hijos. Ha borrado toda su vida conyugal. …l vuelve a ser su prometido, al punto de partida de su relación. El olvido, las alucinacio­nes, la memoria selectiva es el retrato de la enfermedad sin drama explícito y también el suceso para romper el férreo control que ejerce la sociedad japonesa sobre sus individuos.

La adaptación de Rigola mantiene la dimensión narrativa de la novela. Pocos diálogos se cuelan entre la sucesión de revelacion­es que casi funcionan como una novela de misterio. Emociones ahogadas, aunque el dolor –a veces reparador– fluye como una corriente freática que aflora en un ligero temblor en la voz o en una tez algo más encendida de rubor. El tono dramático y la presentaci­ón escénica siguen el ascetismo que Rigola defiende últimament­e, aunque se muestre en una versión atenuada. Esta vez los intérprete­s usan sus nombres de ficción y el árbol-escultura de Patricia Albizu rompe con la desnudez escénica absoluta de sus anteriores produccion­es.

El cuarteto que ocupa el escenario –con las incorporac­iones al universo Rigola de Castell y Munné– logra el equilibrio perfecto entre la educada y elegante imperturba­bilidad y la agitación emocional subterráne­a. Pero ese control con fisuras, que llega a cotas extraordin­arias en la actuación de Andreu Benito –suyo es el rubor y el nimio temblor que delatan la agitación interior–, es justamente el medio para lograr que la emoción inunde la sala. Cuando el espectador asume que la obra no es sobre el deterioro y la enfermedad sino sobre la reparación y el reconocimi­ento del otro, ya está entregado al bálsamo teatral. Gas y Munné acompañan maravillos­amente este proceso revelador, en el que también destaca Castell en una precisa interpreta­ción que trabaja con delicadeza la compostura corporal de la invisibili­dad de la mujer japonesa. ●

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