La Vanguardia

El infierno está lleno de buenas personas

- Susana Quadrado

Miércoles 10 de abril, El Prat. Roberto, un ingeniero industrial de 43 años, asesina a su mujer, de 42, y a sus dos hijos gemelos de 8, niño y niña. Deja una nota de perdón. Luego se tira a las vías del tren y se suicida. La autopsia a las víctimas revela que murieron estrangula­das con un lazo o algún tipo de cinturón o fular.

El triple crimen de El Prat está siendo investigad­o como un caso de violencia machista. El juez de guardia de El Prat, de hecho, se inhibió en favor del magistrado de violencia de género, que es quien se encarga de dirigir el trabajo de la policía.

Secreto de sumario. Los investigad­ores no hablan. Nadie habla. Solo el hermano de la mujer asesinada. Cuando se despide de la periodista Mayka Navarro dice, sobre su cuñado: “Era muy buena persona, un buen marido y un padre excelente. Lo que pasa es que tenía una depresión”.

Como demuestran numerosos sucesos, en la intimidad de una casa pueden darse situacione­s que no se denuncian y se sufren en silencio. La investigac­ión dirá. Pero hay que tener mucho cuidado con justificar este crimen atroz en la depresión del asesino, que es lo que es. La salud mental suele utilizarse como argumento de los negacionis­tas de las violencias machistas. Son habituales las disculpas al maltrato porque en nuestra sociedad, hay quien ve el maltrato como un impulso del género masculino más fuerte que ellos mismos. Como si la víctima fuese el hombre. Apoyarse en la enfermedad mental del agresor a modo de exculpació­n supone olvidarse de las verdaderas víctimas.

La violencia machista no se padece, se hace padecer. Tampoco es fruto de un instinto incontrola­ble, sino de la decisión consciente de un hombre de hacer daño a una mujer con la tiene una relación –y a veces a los hijos– porque puede y quiere.

Resulta inevitable preguntars­e por qué Roberto no se suicidó él antes que matar a su familia. Las declaracio­nes del hermano de la víctima alimentan las dudas. ¿Pensó que la mejor solución era que murieran todos? ¿Creyó Roberto que los salvaba porque quedarían desvalidos si él desaparecí­a? Cuesta incluso escribirlo.

Este diario buscó respuesta a estos interrogan­tes en expertos. En su opinión, solo la violencia machista explicaría que no dejara con vida a la mujer, no así a los niños, si es que temía dejarlos desamparad­os. Ella era una persona adulta con recursos para salir adelante sin él.

Desde el 2003, 1.255 mujeres han muerto por la violencia machista. Ayer se confirmó otro crimen. Este año, diez mujeres y siete niños han sido asesinados por el padre. Si los agresores eran buenas personas, el infierno está lleno de ellas.

Mucho cuidado con justificar el triple crimen de El Prat en la depresión del asesino

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