La Vanguardia

La palanca de Xavi

- David Carabén

El miércoles, en el Parque de los Príncipes de París, después del partido, y raíz del lanzamient­o del córner que Christians­en remató al fondo de la red, un periodista francés preguntó a Luis Enrique por la fragilidad defensiva de su equipo. El entrenador del PSG respondió que, en los cuatro partidos de cuartos de final de la Liga de Campeones, había habido 18 goles. “øtodos los equipos son frágiles?”, preguntó entonces él, retóricame­nte, mientras levantaba los hombros. “Estamos al máximo nivel”, siguió analizando. “Las diferencia­s son muy pequeñas. Con toda seguridad habrá goles en Barcelona. Espero que a favor nuestro. Entiendo que alguien pueda tener ganas de destrozarl­o todo. Pero no es nuestro caso”.

Las dos últimas frases me llamaron mucho la atención. Sobre todo por el hecho de que, un poco antes, se había reivindica­do como técnico con firmeza: “Acepto con gusto todo aquello que implica una derrota. Soy un deportista nato, profesiona­l al máximo. Felicito al rival. Han hecho un gran partido. Me preparo para el siguiente”.

Después de una derrota o de una victoria, a los entrenador­es les toca el ingrato trabajo de contener –a menudo hasta contradeci­r– las emociones que los aficionado­s sentimos y que, desde la prensa, amplificam­os y reproducim­os, reforzadas con argumentos más o menos razonados. Me fijé en Luis Enrique, el entrenador rival pero querido, porque ante el malestar, señalaba a los parisinos un norte todavía plausible.

A finales de enero, el primer equipo del Baráa se encontraba a punto del descalabro. A la derrota por 4 a 1 de la final de Supercopa contra el Madrid, segunda de la temporada contra los blancos, se había añadido la eliminació­n en cuartos de la Copa del Rey, a cargo del

Athletic Club, también recibiendo cuatro goles, y una dolorosa derrota en casa en partido de Liga contra el Villarreal, encajando cinco.

La temporada en que el trabajo de Xavi Hernández y la llegada de nuevos fichajes habrían tenido que mejorar la calidad de juego, en enero ya acumulaba dos títulos perdidos, dudas en la defensa, una serie de lesiones en posiciones clave y una precaria consolidac­ión de los nuevos liderazgos. La presión del entorno sobre la figura de Xavi empezaba a ser asfixiante. Entonces anunció que a finales de temporada se marcharía. Desde ese momento, suma 12 partidos consecutiv­os sin perder. Una parte de la prensa todavía busca explicacio­nes alternativ­as de la mejora. Pero cada vez es más difícil negar la evidencia de que, desde el anuncio, los jugadores han dado un paso adelante. Y que gracias a este paso adelante, las ideas del técnico han empezado a lucir, incluso a los ojos de aficionado­s y prensa que ya no creían. “Entiendo que alguien pueda tener ganas de destrozarl­o todo. Pero no es nuestro caso”.

Las ideas del técnico han empezado a lucir, incluso a los ojos de aficionado­s y prensa que ya no creían

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