La Vanguardia

Dios, armas y Trump

El nacionalis­mo cristiano adora al expresiden­te pese a sus pecados y su mutismo sobre el aborto

- Francesc Peirón Nueva York. Correspons­al

Equiparar a Donald Trump con el creador todopodero­so es algo más que común entre sus fieles. “Dios, armas y Trump”, utilizando el apellido del magnate como sinónimo de agallas, es uno de los lemas que se leen en las camisetas que portan los adoradores del expresiden­te o se plasma en las pegatinas que lucen sus vehículos pickup.

Los términos “fieles” y “adoradores” no suponen tergiversa­ción alguna. Es lo que ocurre en Estados Unidos con el culto a la personalid­ad de un converso que ha encontrado financiaci­ón para su campaña con la venta de biblias o que da me gusta a las publicacio­nes en las que se le compara a Jesucristo. Y en sus mítines aparecen retratos del Mesías tocado con la gorra de su movimiento MAGA (“Make America great again”).

Trump emergió en el 2016 como el ariete del nacionalis­mo cristiano. Este término de viejo cuño, pero hoy de moda como enseña de patriotism­o ultramonta­no, alude a una parte muy relevante de los evangélico­s practicant­es, erigidos en el pilar del trumpismo. Tanto en aquellas elecciones como en las del 2020 le votaron con porcentaje­s superiores al 80%. Los sondeos indican que ahí siguen en el 2024.

En realidad, los historiado­res consideran que el personaje ya existía, pero faltaba dotarlo de un contenido. Ese ideario estaba en los púlpitos de los predicador­es de la extrema derecha, que han cobrado una relevancia muy superior de la que antes gozaban.

“El nacionalis­mo cristiano cree que la nación estadounid­ense fue, es y debe seguir siendo una nación cristiana, que la identidad de Estados Unidos como nación cristiana no es solo un hecho histórico, sino un imperativo moral, un objetivo ideológico y un programa político para el futuro”, escribe Paul D. Miller, profesor de la Universida­d de Georgetown, en el libro The religion of American greatness: what’s wrong with Christian nationalis­m (2022).

Miller remarca en su extenso volumen el sorprenden­te dato de que el 65% de sus compatriot­as piensan que es bastante o muy importante que los ciudadanos sean cristianos para ser “verdaderos estadounid­enses”.

Su idea es que “Dios otorgó un papel esencial a Estados Unidos en la historia humana”. Según este teólogo blanco, baptista y republican­o, “el nacionalis­mo estadounid­ense está impregnado de la retórica y los símbolos del cristianis­mo”. Matiza que “la derecha política está mucho más en deuda con el nacionalis­mo que con el conservadu­rismo y Trump reconoció esta realidad”.

Desde un principio los cortejó y les garantizó que, bajo su gobierno, “nuestra herencia cristiana será apreciada, protegida y defendida como nunca antes, creedme”. Le creyeron, pese a sus pecados (divorcios o líos con actrices porno como el que en principio le llevará juicio el lunes).

La guerra contra el aborto tiene un papel clave para los evangélico­s radicales. Es su gran bandera. Trump aclaró esta semana que no quiere una prohibició­n federal del aborto y que sean los estados los que pongan las normas. Hubo conservado­res que se sintieron traicionad­os por esa falta de decisión, pero el aspirante republican­o sabe dónde pisa.

Tiene claro que este asunto moviliza, y mucho, en su contra y ha de tapar vías de escape de votos. Los nacionalis­tas cristianos entienden su postura y continuará­n a su lado. Aceptan que eso es lo que se llama tacticismo para llegar a la Casa Blanca y que, una vez instalado, se enmendará a sí mismo como otras veces.

No olvidan que nadie les ha dado tanto y, como subrayó el propio Trump, a él le deben la amplia mayoría conservado­ra del Tribunal Supremo que derogó la sentencia (Roe v. Wade), que durante casi medio siglo permitió que la interrupci­ón del embarazo fuera legal a nivel general.

El nuevo Supremo ha facilitado que Arizona recupere una regulación de 1864 que elimina en la práctica la posibilida­d de abortar, una ley que se remonta al salvaje oeste de John Wayne. El actor del Hollywood mítico encarna al macho en el nacionalis­mo cristiano, señala la profesora Kristin Du Mez en su obra Jesús y John Wayne ( 2021).

Su trabajo rememora la promesa que realizó en el 2016 el candidato republican­o de lograr un Tribunal Supremo que “proteja a los no nacidos y garantice la libertad religiosa”.

En una conversaci­ón telefónica, Du Mez añade: “El apoyo evangélico a Trump no fue una aberración ni simplement­e una opción pragmática. Fue más bien la culminació­n de la aceptación de la masculinid­ad militante por los evangélico­s, una ideología que consagra la autoridad patriarcal y tolera la cruel demostraci­ón de poder”. Así se explica que el expresiden­te llame a los golpistas del 6 de enero del 2021, que respondier­on a su llamada para perpetuars­e en la presidenci­a, patriotas, héroes y presos políticos.

El profesor John Fea, de la Messiah University, autor de Believe me: the evangelica­l road to Donald Trump (2018), recalca en una entrevista que el catolicism­o cristiano en la época del trumpismo es una réplica al hecho de que “Estados Unidos se hace más realista, más diverso, y el cristianis­mo ya no es la expresión dominante que era hace medio siglo”.

El enemigo ha mutado. “La lucha no es contra la Unión Soviética. Ahora se combate el pluralismo y la amenaza a la identidad como una nación cristiana blanca”, sostiene Fea. Y Trump, blandiendo a Dios y las armas, capitanea la cruzada del siglo XXI. ●

Los evangélico­s ven en Trump el líder para que su iglesia sea la biblia del patriotism­o estadounid­ense

 ?? Mark Makela / Getty ?? Un seguidor de Donald Trump con un tatuaje en el brazo del lema “Teme a Dios”, según una imagen recogida en un acto del 2016
Mark Makela / Getty Un seguidor de Donald Trump con un tatuaje en el brazo del lema “Teme a Dios”, según una imagen recogida en un acto del 2016

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