La Vanguardia

El último tarradelli­sta

- Màrius Carol

Salvador Illa se puso el pasado jueves en modo presidenci­al para presentar su programa. Eligió un recinto medieval como las Drassanes, donde se construían las galeras de la armada catalano-aragonesa que le permitiero­n mandar en el Mediterrán­eo. Y escogió un lema tarradelli­sta como “Unir y servir”, dos verbos que se escriben igual en catalán y castellano, para definir su propuesta. En la sala, la representa­ción de la sociedad civil era espectacul­ar, y lo suficiente­mente transversa­l para que no pareciera una reunión de amigos.

El espíritu de su discurso parecía inspirado en unas cartas que se cruzaron Josep Tarradella­s y Ernest Lluch, donde este último mostraba su preocupaci­ón en 1986 por “una política catalana débil, que no vertebra el país y que lo lleva a un provincian­ismo redoblado de exabruptos independen­tistas”. A su juicio, solo la

Illa coincide con Tarradella­s en que una España ingobernab­le perjudica el autogobier­no

mirada amplia que caracteriz­ó a Tarradella­s podría encaminar a Catalunya por una vía de rigor, exigencia y de progreso. El expresiden­te le respondió que no podía coincidir más con su análisis y lamentaba que los gobernante­s catalanes se pasaran el día lloriquean­do, en un inútil aunque políticame­nte rentable victimismo.

Illa es tarradelli­sta por tradición y por convicción. De hecho, es discípulo de Romà Planas, uno de los colaborado­res de Tarradella­s, que lo nombró su delegado especial al regreso del exilio. Fue más tarde alcalde de La Roca del Vallès y, a su muerte, le sustituyó precisamen­te Illa. El historiado­r Joan Esculies, en su libro sobre Tarradella­s, escribe que para él las cotas del autogobier­no catalán no tenían límite: “Catalunya debe aspirar a responsabi­lizarse del máximo de competenci­as posibles. Sin embargo, el presidente no quiso nunca etiquetar este anhelo. No lo definía como federalism­o ni confederal­ismo, ni como separatism­o ni independen­tismo”. Se trataba de avanzar y hacer camino. Y también en este sentido, la propuesta de Illa (el despliegue integral del Estatut y el compromiso de un pacto de financiaci­ón) encaja con esta idea. Pero en la actual España de la furia incluso el pragmatism­o está mal visto. Ya lo advirtió Tarradella­s: una España ingobernab­le perjudica el autogobier­no. Así que habrá que picar piedra, que de eso también va “Unir y servir”. ●

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