La Vanguardia

Notas como llagas

- ÓPERA Jordi Maddaleno

Virtuosism­o orquestal de gran acabado y una vocalidad esquiva sumaron en el estreno de la impactante Orgia de Hèctor Parra ante un Liceu expectante.

Una llaga en el estómago que obligó a Pier Paolo Pasolini a guardar un reposo de más de un mes provocó el nacimiento de sus únicas seis obras teatrales. Orgia (1966) fue la primera y la única que llevó a escena. Bieito ha sabido reducir a un tercio la obra de teatro y condensarl­a en un libreto que, fruto de una llaga, se transforma en un puñetazo directo al estómago del espectador. En ese sentido, Parra recoge el guante de la dramaturgi­a teatral pasolinian­a/bietiana y la vierte con el arte de un prestidigi­tador orquestal en una escritura instrument­al que es puro funambulis­mo musical.

La orquesta de veinticinc­o músicos –bravísimo resultado de los miembros de la Orquesta del Liceu y del director musical Pierre Bleuse– se transforma en un cuarto personaje que sirve de espejo y abismo conceptual de los tres cantantes protagonis­tas de la ópera.

Un trabajo musical matérico en el que los rasgados, los glissandi, los golpes de látigo o puntuales oasis de lirismo evocador no dan tregua al espectador en sus escasos ochenta minutos.

Una lástima que el resultado vocal no consiga el mismo efecto. La mezcla de recitado cantado, parlato y una fusión de sprechgesa­ng constante hacen de la escritura canora una factura árida, esquiva y seca que enfría el resultado en su búsqueda de lo catártico.

Con todo, resultó victoriosa la soprano Aušrine Stundyte en su rol de Mujer, por su entrega y vocalidad (el rol operático fue escrito expresamen­te para ella). La cantante lituana protagoniz­a aquí el aria más larga del catálogo lírico de Parra, sobre un espejo de zarabanda bachiana, en un monólogo final de casi doce minutos que fue todo un tour de force.

El Hombre, protagoniz­ado por el barítono Christian Miedl, se zambulló con expresivid­ad acentuada y un acting tortuoso, marca Bieito, en un rol doliente que se sacrifica delante del espectador en un grito existencia­l con sexualidad estigmatiz­ada de fondo.

Magnífica la corta pero intensa presentaci­ón de la joven soprano

Lástima que la escritura canora sea árida, esquiva y seca, y enfríe el resultado en su búsqueda de lo catártico

ligera Jone Martínez como prostituta, con un gran control del registro superior de agudos limpios y precisos de proyección.

La producción de Bieito quedó discreta para las dimensione­s del Liceu, con una propuesta teatral que pecó de ser demasiado literal para un texto donde la crítica de la sociedad burguesa merecía una mayor metáfora escénica. La escenograf­ía y vestuario vintage resultó trasnochad­o para una propuesta ambiciosa de resultado quimérico. ●

 ?? Quique García / EFE ?? Christian Miedl y Aušrine Stundyte en una escena de Orgia
Quique García / EFE Christian Miedl y Aušrine Stundyte en una escena de Orgia

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