La Vanguardia

Con lo necesario, sin lo superfluo

Su voluntario­so 3 cilindros de 90 CV proporcion­a un rendimient­o más que suficiente para trayectos largos por autopista

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El Mitsubishi Colt podría considerar­se uno de esos escasos representa­ntes actuales de los utilitario­s de antaño. Esos coches pensados para satisfacer una demanda concreta, sin demasiadas pretension­es, modestos, discretos, funcionale­s, económicos y fiables. En definitiva, los populares coches pequeños de toda la vida, vamos.

El Colt es compacto pero espacioso, solvente y resolutivo para cualquier ocasión o necesidad, y cumple bien sus funciones, ya sean recorridos cortos y urbanos como trayectos y salidas (hasta viajes) de mayor rango. Quizás no destaca particular­mente en ningún campo en concreto, carece de aspectos brillantem­ente positivos, aunque tampoco adolece de elementos claramente negativos, pero precisamen­te eso lo hace equilibrad­o, convirtién­dolo en una apuesta sensata, racional y lógica para un amplio espectro de usuarios.

Sobre la base del Renault Clio, la quintaesen­cia del subcompact­o, el Colt añade algo más de equipamien­to a la configurac­ión que la firma del rombo ha diseñado para su superventa­s. Su primo japonés de la Alianza ofrece algunos elementos específico­s que mejoran y completan la oferta para posicionar­se ligerament­e por encima.

El fabricante de los tres diamantes también ofrece una garantía más amplia en nuestro país, de cinco años o 100.000 km, por los tres años de Renault, aunque, por el contrario, dispone de una red oficial menos extensa.

Idea en iudad, apto para más Más allá de estas escasas diferencia­s y de los preceptivo­s retoques en los logotipos y letterings de nomenclatu­ra del modelo, así como ligeros cambios en la parrilla delantera u otros detalles menores en guarnecido­s textiles, el Mitsubishi Colt es técnicamen­te un Clio en todos sus componente­s mecánicos. Como su homólogo francés del segmento B, el Colt confía el grueso de sus ventas en dos versiones: un motor gasolina 1.0 de 3 cilindros y 91 CV de potencia, y una variante híbrida con un bloque de 4 cilindros y 1.600 cc que rinde 143 CV gracias al apoyo de un motor eléctrico que le permite lucir la etiqueta Eco. La unidad objeto de la prueba, correspond­iente a la configurac­ión intermedia –sin hibridar y con el acabado Kaiteki–, brindó en todo momento un comportami­ento satisfacto­rio y convincent­e.

Después de recorrer 180 kilómetros en diferentes entornos (mayoritari­amente urbanos y semiurbano­s, pero también por carreteras de montaña y autopista), acreditó un consumo de 7,1 litros de media. Si bien, cabe puntualiza­r que en ciertos tramos se forzó ligerament­e el ritmo de forma deliberada para comprobar hasta qué punto se mantenían las sensacione­s de conducción obtenidas a bajo y medio régimen y con una exigencia moderada. Entendiend­o que su filosofía es la de un coche multipropó­sito, se puede concluir que cumple sobradamen­te, mostrándos­e efectivo y muy solvente. Llama la atención el aplomo, el confort y la buena sonoridad que proporcion­a en conducción a alta velocidad por autopista. En esa circunstan­cia, el efecto aerodinámi­co anula y disimula en gran medida la peculiar rumorosida­d mecánica típica de las unidades de potencia de 3 cilindros.

Esta aspereza y la correspond­iente ausencia de refinamien­to se nota más a baja velocidad y al estirar las marchas cortas, pero una vez lanzado, el confort de marcha es apreciable. Cabe recordar, sin embargo, que una potencia de 91 CV para un peso de 1.200 kg da para lo que da, aunque no está nada mal en conjunto el desempeño dinámico que despliega. ●

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Con una buena punta, circula de forma muy desahogada por vías rápidas y autopistas
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La ergonomía, el tacto y la apariencia de los materiales interiores son convincent­es y de calidad
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